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Promoción  de la salud mental

En otros tiempos se definía la salud como la ausencia de enfermedad y los esfuerzos se enfocaban a curar las enfermedades y, posteriormente, también a prevenirlas.  

Hoy la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, lo cual implica que las políticas públicas y los planes y programas gubernamentales de salud deberían estar orientados a prevenir y atender las enfermedades, y a promover estados saludables de las y los ciudadanos; sin embargo, aún prevalecen en estricta marginación los trabajos de promoción de la salud. 

Un grave caso de ello es que la propia OMS reconoce a la salud mental sólo como un componente integral y esencial de la salud. Esto se debe a que los escasos recursos destinados y los aislados esfuerzos son orientados a atender algunos problemas de salud mental como el suicidio, la depresión, la psicosis y las adicciones, y mínimamente a prevenirlos, por lo que la promoción de la salud mental se encuentra en el olvido. 

En estos trabajos de promoción de la salud mental debería estarse trabajando el desarrollo de un proyecto integral de vida; el dormir suficiente y con calidad; el alimentarse e hidratarse adecuadamente; la práctica cotidiana de ejercicio físico; el manejo eficaz del estrés cotidiano; el desarrollo de una buena autoestima, de las habilidades sociales, de las habilidades creativas y de innovación, de la inteligencia emocional, de la resiliencia, de la criticidad, de la negociación para la solución de conflictos, de prácticas sexuales responsables y satisfactorias, de relaciones amistosas positivas y de prácticas cotidianas de la risa, la alegría y el buen humor; métodos eficaces y nutricios de crianza de las y los hijos con base al buen trato, entre muchos otros temas. 

Claro, estos trabajos deberían realizarse fundamentados en los más recientes hallazgos científicos hechos por psicólogos capacitados y certificados, con apego a la ética y con una orientación incluyente y no por personas improvisadas y con una perspectiva del sentido común, como ya en muchos casos se realiza en los trabajos de prevención y atención a los problemas de salud mental. 

Los beneficios personales, familiares, en las parejas, en el trabajo académico y productivo y en la sociedad serían incontables. La pregunta es ¿hasta cuándo? 

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jl/I