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Un México violento
Porque nos la quitaron
Jalisco es un estado privilegiado que ostenta el cuarto lugar nacional en biodiversidad en su variedad de climas y relieves, posee 80 por ciento de los ecosistemas existentes, 29 por ciento de la flora y 29 por ciento de la fauna del país.
La restauración de los ecosistemas no será posible si no hacemos lo propio con nuestro pensamiento y formas de hacer sociedad para construir otra racionalidad ambiental en nuestro estado de Jalisco, donde tenemos un bosque cada vez más pequeño, un lago cada vez con menos agua y con una gran ciudad que inmobiliariamente lo devora todo.
Al medio ambiente lo consideramos como si fuera una fuente inagotable de recursos disponibles para alimentar la tendencia consumista que mueve a la actual organización económica del mundo, y por otra parte produce la brutal deforestación de vastas áreas del planeta, la pérdida de su biodiversidad, las bioinvasiones, la contaminación y sus múltiples efectos y el cambio climático. Tenemos la urgencia de hacer las paces con la naturaleza.
Los especialistas medioambientales señalan que más de 75 por ciento de la superficie terrestre ya se encontraría degradada, y esta proporción podría aumentar a más de 90 por ciento hacia 2050. Cada año, la humanidad se come el equivalente a la mitad del tamaño de la Unión Europea (4.18 millones de km²).
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) alerta sobre las epidemias zoonóticas y especifica que “el 75 por ciento de las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal, y que están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas”.
Para los estudiosos, las causas y el desarrollo de la pandemia que hoy nos conmueve fue a través de un virus, presente en el excremento de un murciélago, se deposita sobre un follaje y es consumido por un animal pangolín que se alimenta de hormigas. Ese animal llega a los mercados de una modernísima ciudad china como comida exótica, vinculados a las pautas alimentarias de ciertos segmentos de altos ingresos en búsquedas de sofisticaciones nutricionales o de nuevas delicatessen, o de algunas medicinas tradicionales que utilizan partes de animales salvajes.
También en la pospandemia es necesario considerar los intangibles ambientales, es decir, aquellos valores ambientales y sociales a los que la sociedad global hasta ahora no presta atención y menos aún, valoración. Cuando se exporta una vaca, se exporta todo lo que ella consumió y se va con ella. Significa mucho más que el peso exportado.
Cada uno de nosotros utiliza al menos 2 hectáreas y media para satisfacer sus necesidades. Si dividimos la superficie disponible de unos 14 mil millones de hectáreas por los más de 7 mil millones de humanos que compartimos actualmente el planeta, queda claro que nos estamos comiendo el mundo. En otras palabras, cada año tenemos menos planeta.
Como especie humana, nuestras pautas de consumo irracional, nos hacen una especie parásita que se expande por el planeta. Nuestro parasitismo nos hace pensar que los recursos naturales están a nuestra disposición para ser explotados a nuestro capricho.
La ONU declaró el periodo 2021-2030 como el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas. Solicita al mundo prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas a nivel mundial.
La crisis biológica, social y ambiental en la que estamos puede ser una oportunidad para cambiar nuestra mirada y empezar a pensar en una serie de transformaciones personales y sociales a nivel de las micro y macroeconomías.
Es necesario cambiar nuestra manera de pensar por una visión con un nuevo modelo personal de pensamiento-sentimiento-acción. Que podemos hacer nosotros por nuestro entorno, y entonces tendremos una motivación para actuar siendo corresponsable con nuestro medio ambiente.
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jl/I