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¿Retomando el control?
Aguascalientes
¿Qué tan educados ambientalmente estamos? En el mejor de los casos, sabemos separar los residuos y los depositamos en los centros de acopio; tal vez hacemos una lista de compras procurando adquirir solo lo necesario, buscamos que los productos no tengan muchos empaques, que sean locales y de temporada; y compramos en los mercados municipales llevando nuestras bolsas. Quizá hacemos composta con los residuos orgánicos, no desperdiciamos el agua y usamos la bicicleta o el transporte público.
Cualquiera que realice estas acciones puede considerarse un ejemplo de ciudadano con cultura ambiental. Sin embargo, los problemas relacionados con nuestra relación con la naturaleza siguen presentándose con dramas muy violentos.
Por ejemplo, el calentamiento global que genera temperaturas más altas y con mayor frecuencia, violentas lluvias y la desaparición de playas por el incremento del nivel del mar. Nos sorprende la frecuencia y magnitud de incendios y el ritmo de desaparición de especies, particularmente de insectos y de mamíferos, de tal manera que esta época se ha llamado la “sexta extinción”.
También somos testigos de escaladas de conflictos violentos por tensiones debido a la escasez, el despojo o la contaminación del agua, del suelo o de los alimentos.
En otro orden de impactos del deterioro de la naturaleza también desaparecen palabras, saberes y rituales de las culturas con las que se entendía lo que debían o no hacer para respetar los límites de la naturaleza.
Igualmente hemos visto crecer enfermedades degenerativas o aparecer virus, como la reciente pandemia que padecimos.
Entonces las conductas puntuales parecen no bastar para encarar la crisis ambiental.
Es decir, las acciones son importantes. Sin embargo, deben surgir de decisiones y de la creatividad en procesos educativos que ayuden a comprender cómo hemos creado estos problemas en lo concreto de nuestra vida.
Por ejemplo, para comprender y enfrentar las inundaciones insalubres que ha vivido últimamente la Ciudad de México es necesario profundizar en la conducta social permisiva de tirar basura en las calles, que se convierten en vertederos públicos, obstruyen los desagües y hacen brotar las aguas negras.
Al respecto lo que se visibiliza es una medida legal para cambiar la conducta. En el Congreso capitalino se ha propuesto encarcelar hasta por seis años y multar económicamente a quien tire basura en la calle. Pero no se hace un planteamiento educativo ambiental serio.
No será fácil encarar los problemas que nos amenazan si prescindimos del análisis y de la comprensión profunda que genera un proceso educativo-ambiental para resolver un problema o para preverlo cambiando de rumbo. En estos días científicos sociales compartirán sus experiencias en el 4.° Congreso Nacional de Educación Ambiental que se lleva a cabo esta semana en Guadalajara.
Este espacio resulta interesante porque los educadores y las educadoras ambientales de México han generado propuestas creativas a problemas locales. Con ello, además de contribuir a cambiar su realidad, demandan superar la noción de educación ambiental como una lista de consejos o acciones fáciles para cuidar el medio ambiente. Ya leeremos en este espacio parte de sus resultados.
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GR