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Los peligros democráticos

Winston Churchill decía que la democracia es el peor de los sistemas, excepto por todos los demás. Es evidente que la democracia tiene sus limitantes y también sus peligros; finalmente, hay gobiernos que han sido electos democráticamente y han resultado terribles para sus países. Hay quien le achaca estos males a un elemento fundamental de la democracia moderna: una persona, un voto. Se asume que es equivocado que el voto de una persona sumamente educada tenga el mismo peso que el de una persona inculta y se llega al extremo de que el voto, más que un derecho, debería ser un privilegio y establecer mecanismos para asegurarnos de que “las personas equivocadas” no puedan votar. En lo personal, me parece terrible esta postura… y peligrosa.

Es peligrosa porque justamente el poder de la democracia radica en la participación del pueblo. En Estados Unidos hay un serio problema por retirar privilegios políticos a amplios grupos de la población, principalmente a través de lo que se llama redistribución distrital (gerrymandering), la cual consiste en redibujar los mapas electorales para agrupar a los votantes de un partido en un solo distrito, de manera que no puedan impactar en más distritos (su sistema funciona a través de un Colegio Electoral, no por la suma total de los votos directos de la población). Otros mecanismos consisten en exigir identificaciones para poder votar (amplios grupos de personas marginadas carecen de identificación) y otros sutiles –y no tan sutiles– mecanismos para retirar votantes pertenecientes a minorías de las listas de votantes.

Cabría preguntarse, ¿quién decidiría quién puede y quién no puede votar?, ¿cuáles serían los criterios?, ¿niveles de educación? Si en nuestro país la educación fuera en verdad universal y gratuita pudiera considerarlo, pero mientras haya tantas personas que carecen de oportunidades para estudiar, impedirles votar sería una ignominia más. Por otra parte, hay que recordar que las personas tienen el derecho a pedir que alguien represente sus intereses; limitar el acceso a unos cuantos, por educados o inteligentes que sean, solamente empobrece el discurso político e impide llegar a acuerdos que, efectivamente, velen por los intereses de todos y no de unos cuantos.

La política es el terreno en el cual se debe llegar a acuerdos que favorezcan los genuinos intereses de todos, respetando a las minorías y buscando mejorar la condición de las mayorías. Pretender que un grupo, por ajenos que nos parezcan sus intereses, debe quedar de lado, es opuesto al ideal democrático. Así, por chocante que resulte, los dueños de grandes empresas tienen derecho a ser representados al igual que el resto de nosotros, sin importar nuestra condición social, sexo, ideología, religión, color de piel, etc.

Por supuesto, no hay que ser ingenuo: los grandes capitales siempre han tenido representación, o por lo menos derecho de picaporte con quien ostenta el poder. Por lo anterior, los famosos carros completos de la época priísta eran nefastos: estos políticos sólo se representaban a sí mismos. Curiosamente, en las nuevas condiciones del país es triste que no se tenga una oposición a la altura de éstas; hay gente que efectivamente no está representada por el partido mayoritario, pero que no encuentra una opción válida en los otros partidos, que, si no se actualizan, terminarán por desaparecer.

Un jefe mío decía que la democracia real consiste en que todo mundo tenga acceso al poder; matizando, yo veo eso difícil, pero debería haber una representación adecuada, con políticos cercanos, que nos rindan cuentas de sus decisiones.

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jj/i