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La Ciudad de México del siglo 21 extraña a Chava Flores, el cronista que la convirtió en escenario de los cuadros costumbristas más entrañables, desde Sábado Distrito Federal, hasta el coscorrón en el ego citadino de ¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?
El 14 de enero de 1920 nació Salvador Flores Rivera, a quién Carlos Monsiváis, el otro cronista del México de banqueta, calificó como el poeta de la Ciudad de México. Nació en el barrio de La Merced, pero se crio entre Tacuba, Santa María la Ribera, Azcapotzalco y la Unidad Cuitláhuac.
Sin embargo, sus rumbos eran donde estaba lo auténtico, en el barrio, incluso en el arrabal, de donde salieron las estrofas de Los pulques de Apan o El gato viudo; pero también donde el albur era el modo de comunicación, ese que dio vida a El chico temido de la vecindad.
El compositor, más de allá de lo divertido de sus letras, hizo una disección social de los hábitos, ritos y manejos de la ciudad; lo mismo se metía a las casas de las clases populares, a la política, la religión, las familias de las vecindades o de Las Lomas.
En su juventud, Chava Flores, después de dejar la escuela para ayudar a la economía de su familia, trabajó en todos los oficios imaginables, como repartidor, cobrador, contador ferretero, entre otros oficios. Hasta una salchichonería tuvo. Pero lo que lo acercó a la composición fue un negocio de imprenta que tenía con un amigo.
En ese pequeño año dio salida a uno de sus primeros sueños, imprimir la revista Álbum de Oro de la Canción, lo que le dio oportunidad de conocer a grandes compositores mexicanos.
De acuerdo con la biografía que editó la Sociedad de Autores y Compositores de Música, Chava Flores decía: “Mi afecto y admiración por los autores y compositores creció y creció, hasta colocarlos en el pedestal que aún siguen teniendo en mi simple y sencillo corazón”.
La primera canción del autor de Dos horas de balazos se editó en 1952, junto con otra pieza, La tertulia, con las que alcanzó sus primeros éxitos. Al poco tiempo salieron Boda de vecindad, Peso sobre peso (La Bartola), Ya llegaron los gorrones, entre otras crónicas que se convirtieron en un retrato fiel, que todavía perdura.
En términos académicos, si se quiere sacar a Flores de las calles, el compositor, como dicen Javier Cervantes y Claudia Fernández, en la tesis Chava Flores y su México de ayer, “las canciones del cronista representan al mexicano de las décadas de 1950 a 1980, con sus contradicciones, estrés y despertar en un mundo distinto al campesino, mostrando sus costumbres, tradiciones e intereses”.
En el repertorio de Chava Flores hay más de 200 temas, muchos más se quedaron inéditos. En el Cancionero de Chava Flores, que editó Culturas Populares, junto con Ageleste, la propia firma del autor, realizado bajo la supervisión de María Eugenia Flores, la hija del compositor, hay 189 canciones y 197 versiones distintas de composiciones.
La influencia de Flores permeó en todo el ámbito cultural de toda una época. Sus canciones formaron parte del repertorio de varios intérpretes: Pedro Infante inmortalizó Carta a Eufemia en la cinta Ahí viene Martín Corona; también cantó La tertulia, en la clásica Dos tipos de cuidado, que hizo al lado de Jorge Negrete.
Otros que cantaron a Chava Flores fueron Luis Aguilar, Manuel El Loco Valdés, Víctor Iturbe, Pedro Vargas, Óscar Chávez.
Chava Flores dejó un legado de incuestionable valor para la cultura popular. Sábado Distrito Federal es una descripción total de la capital del país. Y temas como Los quince años de Espergencia o El bautizo de Cheto, detallan el microcosmos de su gente y sus costumbres.
Luego de una larga carrera, el cronista musical dejó su amada ciudad para trasladarse a Morelia, Michoacán, donde, como dice la letra de Cerró sus ojitos, Cleto, dejó los barrios y el arrabal el 5 de agosto de 1987.
jl/I