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Un México violento
Porque nos la quitaron
El 9 de marzo tendrá lugar el paro nacional #UnDíaSinMujeres que podría convertirse en una de las protestas más importantes en la historia de nuestro país contra la creciente violencia de género.
Según datos del Inegi, dos terceras partes de las mujeres mayores de 15 años en México han enfrentado violencia en algún momento de su vida, y según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, el número de presuntos feminicidios se ha disparado de 411 en 2015 a 976 en 2019.
Esto además no toma en cuenta que la introducción del delito de feminicidio al Código Penal Federal apenas se dio en 2012 y su implementación a nivel estatal todavía tiene camino por recorrer, por lo que es posible que muchos de los homicidios de mujeres sean feminicidios, aunque no se hayan clasificado como tales.
Un feminicidio implica que se privó de la vida a una mujer por razones de género. Esto quiere decir que antes del homicidio se produjeron actos de acoso, amenaza, abuso o violencia; y con mucha frecuencia el agresor es un hombre que tenía una relación sentimental o de confianza con la víctima.
Desde esta perspectiva, el paro del 9 de marzo no tiene un origen en la política o la ideología, sino en el dolor y el enojo de la mitad de la sociedad que sufre o ha sufrido discriminación y violencia por ser mujer.
¿Qué podemos hacer la otra mitad de la sociedad ante esta realidad?
Primero, atendamos el llamado a la reflexión. El privilegio de unos sólo existe a costa de la discriminación de otros o no sería privilegio. Reconozcamos todos los aspectos de nuestra vida en los que todavía hoy los hombres somos privilegiados a costa de la discriminación de las mujeres. Pensemos en cómo convivimos en casa con nuestras esposas, hijas, madres o hermanas; en cómo nos relacionamos en la oficina con nuestras compañeras de trabajo; y en cómo interactuamos con las mujeres con las que nos topamos en la calle, la tienda o el transporte público.
Segundo, identifiquemos qué podemos cambiar, cambiemos y eduquemos a otros hombres para que cambien. Quizás muchos de nosotros no nos sintamos capaces de violencia grave hacia una mujer, pero todos contribuimos de alguna manera a una cultura en la que la violencia se puede producir. Como refleja de forma muy ilustrativa el Violentómetro creado por la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género del IPN, la violencia de género va escalando gradualmente a partir de acciones que parecen inofensivas, como bromas, chantajes o descalificaciones.
¿Cuántas veces no hemos participado en bromas entre hombres que de alguna manera ridiculizan o sexualizan a las mujeres? ¿Cuántas veces no hemos aceptado la descalificación a una mujer solamente por el hecho de que es mujer?
La violencia de género no es sólo un fenómeno de hombres de nivel socioeconómico bajo. Juan Carlos García, presunto homicida de su esposa Abril Pérez, vivió en un entorno educado y sofisticado de escuelas de negocio y empresas de tecnología.
Seamos valientes y dejemos de contribuir al entorno tóxico. No basta con callar cuando seamos testigos de palabras o acciones discriminatorias hacia las mujeres, sino que hay que denunciarlas activamente. La omisión también es complicidad. Eduquemos a otros hombres en esta redefinición de la masculinidad, particularmente a los más jóvenes.
Tercero, reconozcamos el valor que tiene la mujer en la sociedad. En mi opinión, este reconocimiento no debe reforzar los estereotipos que tenemos los hombres respecto a las mujeres, sino iluminar la realidad de que antes que hombres o mujeres, todos somos personas que sostenemos el funcionamiento de la sociedad, y si desaparecen la mitad de las personas, la sociedad colapsa.
Que el día sin mujeres sea para nosotros los hombres un día de reconocer nuestra responsabilidad en el problema de la violencia de género y comprometernos a un cambio real en el día a día.
Twitter: @ortegarance
jl/I