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Siempre mintió
El abogado de Ovidio
Se fue abril y se llevó recuerdos de nuestra vida en libertad. Nos trajo miedo, dolor y tragedia. Se llevó muchas vidas e ilusiones, pero nos abrió la imaginación, las ganas de mantenernos cerca, de trabajar unidos, aunque fuera a distancia. Y sobre todo nos alentó a mantener la esperanza, a concretar nuestra solidaridad, para que fuera más que una vacía y reiterada palabra.
Abril nos enseñó a resistir, pero también a disfrutar como nunca a la familia, y encontrar en ella la fuerza para mantenernos en esperanzada resistencia. Nos permitió recuperar los contactos, amigos y hermanos que habíamos perdido con el tiempo y la distancia. De paso, hemos aprendido a emplear nuevos recursos tecnológicos para hacerlo viéndonos las caras, disfrutando las sonrisas, compartiendo nuestras lágrimas, preocupaciones y proyectos.
Este mes nos puso ante el desafío de trabajar en casa, de disponer los lugares y tiempos que cada uno requiere para sus actividades, nos enseñó a respetar mucho más la privacidad y la autonomía para hacer más agradable que insoportable la intensidad de la convivencia. Pero también nos hizo comprender que la mayoría de las personas no pueden darse el lujo de tener esos espacios de autonomía y paz, porque siempre han vivido hacinados en pequeñas viviendas, que, bajo estas circunstancias, propician violencia, maltrato, y se agudizan si los ingresos disminuyen o la fuente de trabajo está en riesgo de perderse.
Nos permitió hacer de los momentos de convivencia rituales deseados cada día: esperar la comida para conversar, propiciar un rato de juego, cantar o tocar algún instrumento o secundar la propuesta de algún hijo o compañer@ de vida. De la casa esos rituales salieron a los balcones y expresaron cotidianamente, con palmas y luces, la gratitud que sentimos hacia todos aquellos que cuidan nuestra salud y nuestras vidas. Puntuales a las ocho, volaron a través del viento y siguiendo a las horas locales, cruzaron ciudades de todo el mundo como un antídoto de esperanza. Esos rituales cotidianos fueron poco a poco llenando de sentido las horas perdidas hasta conmovernos, Para no pensar en ti, Covid 19.
Cambiar el tiempo de desplazamiento y carreras al trabajo o a la escuela por un rato de paz y reflexión cotidiana ha sido lo más saludable para fortalecer el alma. También reservar un tiempo para ejercitar el cuerpo nos ha permitido mantenernos ágiles y sanos para resistir el confinamiento y la monotonía de los días de encierro.
Este abril nos enseñó a ser más humildes con el mundo que nos da cobijo y a procurar en lo futuro ser más respetuosos frente a la naturaleza que, con el impulso del progreso y en nuestro afán de ganancias, hemos vulnerado.
Mayo se abre a la esperanza incitándonos a construir nuevas relaciones con el mundo del que somos parte y no sus dominadores. Este tiempo nos ha servido para soñar con el mundo que realmente nos gustaría construir, para ir concretando las utopías en proyectos, en nuevas formas de relacionarnos, de trabajar y colaborar para que los sueños más humanos sean posibles. Si reflexionamos un poco, podremos tomar conciencia de que hemos ganado bastante y aprendido muchas cosas.
Vientos y nubes aún están sobre nosotros, pero ahora nos anuncian las lluvias que purificarán nuestra tierra y nuestro espíritu. Nos indicarán cuando sea el momento idóneo para sembrar nueva vida y recuperar lo que desde hace tiempo habíamos perdido. Ahora es preciso que prepararemos bien la tierra y nuestros corazones para que esta siembra nos renueve y fecunde a una humanidad ansiosa de encontrarse. El desafío fundamental será fijar nuevas prioridades, trabajar de manera consecuente para orientar los propios afanes y que en ellos encuentre un sentido trascendente de nuestra propia vida y lo que la humanidad pretende construir como su historia.
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jl/I