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Vacunación y elecciones, sin la misma ruta

En el correr de las próximas semanas se encuentra el proyecto de un nuevo arranque en la distribución de vacunas en el país que para la ciudadanía representa una enorme disyuntiva, en vista de enfrentar los efectos de la pandemia que, a casi un año de su presencia en México, constituye uno de los ejes importantes para mitigar y, eventualmente, disminuir el impacto sanitario, social y económico que ha dejado su huella indeleble en el mundo y en nuestro país. 

La gran dificultad que experimenta el lanzamiento de una estrategia de vacunación lo representa, definitivamente, el proceso electoral. La necesidad de proyectar un cierto nivel y calidad de vacunación se vio bajo los efectos de la excesiva carga de información que se añadió a todo el proceso, confundiendo dos circunstancias, el valor que tenía la primera importación de las vacunas en términos de primer acercamiento con la grandilocuencia del éxito que se anunció. En una primera instancia, tratándose de un envío pequeño, probablemente definido como alguna especie de muestra, se le promovió como un paso de proporciones enormes que no correspondía con la calidad y cantidad del envío. 

La necesidad de generar una información espectacular no correspondía con las primeras entregas que son, en sí mismas, entregas importantes y trascendentales en la estrategia de ataque a la pandemia, pero, en términos de cantidad, no representaban una medida de masas. La transposición de una dimensión electoral con la sanitaria, y la generación de expectativas disociadas de las condiciones materiales y reales del arranque de la obtención de vacunas han generado una desinformación en donde, si bien es un hecho la adquisición, en términos de los efectos y ambiente de cobertura e incidencia general solamente constituía un elemento de arranque y no uno de proyección masiva. 

En la proyección del proceso de vacunas se deberían establecer medidas de acuerdo con los parámetros de las autoridades internacionales y nacionales de salud, y no con los calendarios electorales. En guisa de ejemplo se acaba de señalar que en estos días se proyecta la recepción de 870 mil vacunas que fueron anunciadas por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. De acuerdo con la estrategia, las vacunas viajarán a mil 81 centros de vacunación en 333 municipios del país donde, a partir del lunes 15 de febrero, desde las 8 de la mañana comenzará la vacunación para personas mayores de 60 años. De acuerdo con esos datos, y dependiendo de las últimas decisiones de distribución, a cada centro le corresponderían 804 vacunas, o bien, 2 mil 612 entre los 333 municipios que, sin duda, representan el esquema de arranque de la campaña de vacunación. El problema viene con la campaña publicitaria que no genera sino una enorme expectativa de condiciones para cortar las cadenas de contagio. 

Las 870 mil vacunas constituyen una parte importante en una estructura de mayor alcance en el tiempo, pero no son la solución para 14 millones y medio de adultos mayores que están contemplados en este primer esquema de vacunación. Ni siquiera constituye la solución de los 3 millones 274 mil adultos suscritos en el sistema nacional de vacunación.  

La importancia de la claridad en el sistema que se esté proyectando tiene una dinámica propia generada por las condiciones efectivas de importación de vacunas, y de un ritmo que se vaya adecuando a las circunstancias efectivas de contar materialmente con las vacunas que se han anunciado. El problema lo constituye la estridencia electoral que intenta desarticular procesos sanitarios a causa de los anuncios de calendarios que, en definitiva, no corresponden con la dinámica propia que requiere la estrategia nacional de vacunación que el país necesita. 

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