INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La nuestra, una sociedad ‘culpógena’

Abundan las instituciones y personajes culpógenos. Es decir, que suelen culpar o, en una variante, provocar sentimientos de culpa. Llegan a ser generadores de malestar en quienes atienden, lideran o representan. Y son, al mismo tiempo, las y los que pueden resolver, sancionar, exonerar o disminuir la culpa. Juegan doble papel: aplican la mano culpógena dura y la mano blanda; son juez y parte. Su poder ideológico, político, legal, moral, físico o de otras naturalezas les posibilita imponerse o persuadir a través de culpabilizar. 

Parte de su poder estriba en que precisamente son, se erigen o se les valida socialmente como autoridades en su respectivo campo. Y, por tanto, pueden distribuir culpas en el terreno en que se desenvuelven. Culpar es una de las formas de control de una persona, grupo o comunidad. Al culparlos se les hace cargar real, psicológica o simbólicamente, con algo que busca condenarlos a que resientan algún padecimiento. 

Cuando no existe ninguna evidencia o argumentación fundada de lo que se culpa, ésta es una agresión más, abierta o encubierta, directa o indirecta. La culpa que se endilga surte efectos desde el momento en que envuelve a quien se dirige; desde ahí, causa algún daño. Culpar llega a ser un mecanismo de sometimiento social. 

Instituciones públicas y privadas, políticas, religiosas, empresariales, sociales, económicas y un largo etcétera se hallan entre las que señalan culpables. Sean de puertas hacia dentro o hacia afuera. Y si los culpables son internos, entonces dejan de serlo o se minimiza la culpabilidad. 

El reparto de culpas es permanente. México es un país con una población que carga pesadas y numerosas culpas, conscientes e inconscientes. Si son marginados socialmente, son culpables de hallarse en esa situación, por distintas razones; o bien son culpables con argumentos divinos y deben cargar, en esa lógica culpógena, desde una cruz hasta un karma. 

El culpabilizador no distingue entre culpa y responsabilidad. El profesional de las culpas no busca hallar responsables sino culpables, sentarse en ellos, causarles daño ejemplar, demostrarles quién manda o tiene el poder, sancionarlos para que no se salgan del redil, de lo normado o de lo que ha establecido. 

Si una mujer es violentada, entonces se le culpabiliza de muchas maneras. Si alguien es desaparecido, seguramente es culpable de su desgracia. Si una persona se suicida es culpable de llegar a esa decisión. Si se detectan corruptelas siempre habrá chivos expiatorios a quienes culpar. Si se pierde una competencia deportiva se pueden encontrar culpables del fracaso. Si la producción de una empresa se viene abajo, el empleado debe asumir la culpa. Los eslabones son culpables. La sociedad es enfermizante culpabilizadora. 

En este país, todos somos culpables de algo. Somos culpables porque alguien o algo lo decidió o inculcó. El adicto, el profesor, el enfermo, el gay, el indígena… Todos. El sistema ideológico y político sobrevive gracias a que produce culpables en masa. El sistema escabulle su culpabilidad. 

Los gobernantes suelen culpar de sus ineficiencias a otros. El adversario regularmente tiene la culpa total o parcial. La actividad política es el oscuro arte de culpar a los contrincantes de algo. 

Culpar es un arma política en la lucha por el poder. Tener autoridad facilita culpar y dominar a la feligresía, a los agremiados, a los contribuyentes, a los adeptos, a los diferentes, a los migrantes, a otros u otras, a quien sea. Culpar suele conducir a la disciplina y obediencia a una idea, una causa, un personaje, una institución. Esgrimir culpas construidas es amenazar a la libertad y la vida. ¿Cuántas culpas carga cada mexicano? 

Twitter: @SergioRenedDios

jl/I