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2023, año de propaganda

Estamos ya en la antesala de la conclusión de este año que se caracterizó, aunque ya parezca lejano, por la salida de las restricciones de confinamiento y de organización de las actividades sociales, administrativas, económicas, educativas, culturales y políticas, que tuvieron otras formas de articulación, respecto de las cuales no había previsiones y se realizaron las adaptaciones a un modelo inesperado de organización.

Sin embargo, a pesar de la emergencia sanitaria y la letalidad con la se presentó, particularmente en nuestro país, los temas esenciales de proyección de todas las actividades afectadas no tuvieron disminución de urgencia y menos de presencia en el mundo de las decisiones administrativas.

El proselitismo político continuó de manera inexorable comenzando por el trabajo intenso en esta materia desde la Presidencia de la República. En las experiencias estatales tampoco hubo merma en este aspecto de propaganda que se ejerció de formas diferentes que las centralizadoras presidenciales, pero el activismo político partidista se mantuvo durante el confinamiento y en este año no fue la excepción.

Los resultados y la rendición de cuentas de las instancias concernidas de la gestión pública, en todos sus niveles, presentan resultados y proyecciones que distan mucho de lo que puede percibir el ciudadano común como en el caso de los temas violencia y seguridad. A pesar de la forma oficial en la que se desestima el tema, la violencia se sigue manifestando de una manera regular y cotidiana en la que en alguna parte debe haber una discrepancia. Es decir, o los resultados oficiales analizados por las autoridades administrativas expresan un saludable momento para el país o bien la realidad casi alterna para muchos funcionarios se obstina en evidenciar una compleja e inmanejable situación a la que ningún gobierno, que representa a partidos políticos, ha logrado contener.

El año próximo tendremos un escenario muy intenso y diverso de propaganda acelerada en dos niveles y velocidades. Por una parte, en el primer semestre del año, las elecciones en Coahuila y el Estado de México representarán el cierre de pinza en la consecución de la mayoría de estados gobernados por Morena frente a una muy desarticulada oposición que no logra estructurar un plan y menos un proyecto que convenza a un electorado impaciente. Por otra parte, el segundo semestre del año estará ampliamente impactado, fundamental y casi únicamente, por la disputa por la obtención de la candidatura presidencial por parte de Morena. Es decir, tendremos un año totalmente articulado al proselitismo y propaganda electoral.

Lo importante será ver cómo se articulan los procedimientos políticos que en este momento están en gran contienda con las iniciativas que afectan el desarrollo institucional de los procesos electorales. Por una parte, con los temas específicos de la transformación secundaria de las instituciones y, por otra, con los procedimientos y financiamiento de los procesos. El peso de esas negociaciones redundará en un ejercicio de comunicación política y no al revés. De esta forma, efectivamente, el año próximo será un año de intensas e interminables estrategias de comunicación política con las que se desarrollará una idea de los procesos políticos, pero no necesariamente de una aguda reflexión y análisis de los resultados de la agenda administrativa.

El ejercicio de rendición de cuentas no se sustituye con una alta exposición en medios de comunicación. La rendición de cuentas no son proyectos a futuro y grandes planes por realizar, sino la auscultación de la forma en la que se ha ejercido y se ejercen la administración y los resultados que se desprenden de ahí. El año próximo será un año que demande a las audiencias mucho ojo analítico, paciencia y condiciones para comparar planes con resultados reales de la función pública.

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