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Conexiones interiores por medio de los naranjos

Trabajo. Entre las obras que realiza Carmen Argote se encuentran varias piezas abstractas de gran formato realizadas con pigmentos naturales sobre papel. (Foto: Jorge Alberto Mendoza)

Desde que comenzó su estancia en Guadalajara, a través de dos residencias, una en Taller Los Guayabos y otra en la Casa Taller José Clemente Orozco, la artista plástica Carmen Argote se ha dejado embelesar por los árboles de la ciudad. Sobre todo los frutales. Sobre todo los naranjos.

Su cuerpo de obra en general se desarrolla a través de la arquitectura y su historia, la relación de la historia de cada uno y el cuerpo en este caso con las frutas de la ciudad, quién las toca, cómo se mueven, cómo y desde dónde las vemos, quién las dispuso en el espacio en primer lugar. Esto a partir de las imágenes que aparecieron en estos espacios, mirando hacia afuera, incluso acudiendo al mecanismo monstruoso del Mercado de Abastos, que la artista visitó impresionada para comprobar cómo llegan las naranjas a los puestos.

“Estuve recientemente en España, con los alcázares, con muchos árboles fruteros adentro, estuve pensando mucho en cómo los humanos diseñamos arquitectura y los árboles en conjunto, eso para mí se conecta con estas casas y sus perspectivas. Además en Los Ángeles, donde yo vivo, antes había muchos árboles cítricos, sobre todo de naranja en el paisaje y ese paisaje lo trabajan usualmente mexicanos y centroamericanos que migran para allá. Esos procesos de labor y de los mecanismos que lo hacen posible, me intrigan”, contó en entrevista con NTR.

Por medio de su obra, Carmen Argote busca una conexión que va del interior al exterior, del pasado al presente entre los diferentes espacios a los que llega en su condición migrante, los paisajes que estuvieron frente, su energía, su transformación y su cuerpo. “Me he derramado sobre las superficies y he llegado totalmente a experimentar, a descubrir”, describe.

Entre las obras que está realizando acá se encuentran varias piezas abstractas de gran formato realizadas con pigmentos naturales sobre papel y a través de la posición de su cuerpo frente a ellas como quien dispone de todos estos elementos en una manta para presentarlos al otro. Esto, claro, hace que el proceso sea casi azaroso: los pigmentos como la grana cochinilla, el jugo de limón, el aguacate, las hojas de guayabo, las naranjas y el hierro que utiliza son caprichosos, que pueden variar por los tipos de acidez, de textura y de degradación de los materiales y el tiempo que tomaría hacer pruebas de todo es el tiempo que está usando para empujar su producción.

“La búsqueda es poder entender dónde estoy, el mundo alrededor de mí en maneras diferentes en que es presentado a mí, poder ver más claramente, más completamente. Es increíble conversar en estos espacios, pero también ver la ciudad desde esta manera. Reconozco cómo soy, me hace cuestionar muchas cosas. Para mí tiene algo de magia reconocer la energía de las calles, el arte que yo haga tiene que estar al nivel que veo, porque lo que veo es arte construyéndose a sí mismo todo el tiempo”, dijo.

Esto ha ocurrido casi por inercia en sus últimos años de su carrera en los que ha ido de una residencia a otra y de un país a otro a exhibir su trabajo. “De alguna manera me he acostumbrado a trabajar así, no que vaya a ser una constante, pero este tiempo me ha funcionado también para seguir un hilo y estirar las reflexiones que provienen de ahí”.

Para ella el uso de los materiales se relaciona con el espacio en el que trabaja, incluso con la historia de las ciudades, son materiales dispuestos en el lugar y no pintura diseñada especialmente para reflejar el color de una forma específica.

La inspiración de Carmen en estas dos residencias ha sido la luz que entra por las ventanas, la vista que dan los patios, la forma en que se dispone el cuerpo al contemplar la arquitectura, el cielo o el paisaje urbano, los ruidos de las mañanas y el silencio de la noche, pero también su propia historia al haber nacido en Guadalajara y haberse ido, y regresar en dos diferentes ocasiones, esta última con una visión más consciente de ello.

“Es una conversación constante”, dijo. “Estar trabajando aquí me deja ver cómo se vive, cómo nos movemos, esto influencia lo que hago, me tengo que abrir a esas posibilidades, a ese diálogo”.

Esto se mostrará al público a finales de este mes y a principios del próximo, donde los espectadores además activarán un performance para relacionarse con estas reflexiones.

Asiste

Apertura de estudio en PAOS GDL (Aurelio Aceves, 27 colonia Arcos Vallarta) 27 de abril 19 horas

Apertura de estudio en Taller los Guayabos 4 de mayo 19 horas

“Para mí tiene algo de magia reconocer la energía de las calles, el arte que yo haga tiene que estar al nivel que veo, porque lo que veo es arte construyéndose a sí mismo todo el tiempo”
Carmen Argote, artista plástica

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