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Chovinismo electorero

Las campañas electorales en Jalisco han entrado ya en una dinámica de acusaciones (fundamentadas o no) y descalificaciones acompañadas de sus correspondientes acarreados. 

La elección local se dirime entre dos fuerzas oficiales: Morena, que abandera a Andrés Manuel López Obrador como principal activo, y Movimiento Ciudadano (MC), que comparece a la batalla con Enrique Alfaro Ramírez como su estandarte. 

La fuerza de lo local contra la hegemonía nacional. 

El tono de la disputa ha subido atizado por la poderosa alfil que Morena impuso en Jalisco: la incombustible Yeidckol Polevnsky. 

Tras una descarnada disputa en los meses previos a iniciar la campaña por la dirigencia estatal y luego de la guerra entre las tribus guindas locales por la definición de las candidaturas, la ex líder nacional de Morena puso orden y se colocó como la estratega política que pretende consolidar el proyecto de la 4T en Jalisco. 

Su presencia aquí nos muestra lo crucial que es Jalisco para el presidente. 

Yeidckol saltó de la iniciativa privada a la esfera política en 2004 tras liderar varios años a los industriales del país en Canacintra. Su formación académica es de corte empresarial. Citlali Ibáñez Camacho es su nombre de nacimiento, que cambió tras eventos muy complejos en su adolescencia. Ha sido perredista y morenista desde la fundación del partido. Fue senadora y antes candidata a la gubernatura del Estado de México. Es una incondicional de AMLO. 

Con ese bagaje político ahora enfrenta a MC. 

La semana pasada circuló un documento que implicaba que Pablo Lemus le debía al SAT más de 8 millones de pesos. En una primera oleada me llegó al WhatsApp de personas afines a Morena. El candidato naranja reaccionó y en una rueda de prensa improvisada dijo que venían ataques de la Ciudad de México en su contra. 

Acto seguido, Polevnsky mostró documentos que supuestamente “acreditaban” que Lemus y Frangie estaban involucrados en un entramado de corrupción, ya que algunas de sus empresas eran proveedoras de la administración pública zapopana. Reafirmó sus acusaciones por la deuda del SAT. Pablo lo negó y organizaron una manifestación en la explanada del Cabañas. 

Ahí acudieron miles de personas, pulcramente uniformadas de naranja y un Pablo entre colérico y extasiado aseguró que “desde la Ciudad de México nos quieren venir a gobernar a los jaliscienses. ¿Qué les vamos a decir? Aquí no los queremos”. En un discurso conectado con el eslogan del gobierno estatal: Jalisco se defiende. 

Desgañitándose, Lemus afirmó: “Seguramente arreciará la guerra sucia, las cochinadas desde la Ciudad de México, las majaderías, la violencia, las mentiras. (…) Nosotros no somos iguales a esos enviados de la capital del país, a esas personas que quieren venir a polarizar, a dividirnos, a desearnos el mal”. Y enfatiza a grito pelado: “Váyanse pa’llá que aquí no los queremos”. 

Quedan retratados los argumentos chovinistas. Como si no fuera suficiente la fuerte polarización que existe, Lemus lanza más gasolina: tapatíos versus chilangos. 

La vieja y confiable estrategia de exaltar los sentimientos regionalistas y alejarse lo más posible a la racionalidad republicana. Bienvenidos al nivel “lodazal” en las campañas. Nicolás Chauvin estaría orgulloso. 

Pongamos en perspectiva el peligroso discurso de Lemus. El terapeuta Andrés Carrillo expuso en su sitio Psicología y mente las características del pensamiento chovinista: pensamiento de túnel, apego emocional hacia su región, defensa a ultranza de lo territorial y al paisano, ausencia de razonamiento lógico, nostalgia del pasado y prevalencia de las ideas tribales. 

Así es como se redondea la apuesta de los chovinistas naranjas y con ello perdemos la oportunidad de un cambio verdadero. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I