...
El buque-escuela mexicano Cuauhtémoc reanudó este miércoles sus operaciones tras chocar el pasado mayo con el puente de Brooklyn, en Nueva York...
Un estudiante de la UdeG habla en InformativoNTR sobre las protestas en los diferentes centros universitarios y su demanda de cancelar elecciones....
Más de 21 mil ingresaron a centros universitarios y los más de 67 mil restantes a las preparatorias del SEMS....
Le envía la misiva a Claudia Sheinbaum ...
El Instituto recuerda a las y los trabajadores que todos los trámites son gratuitos....
Los usuarios de OpenAI han comenzado a burlarse en las redes de los fallos y la inexpresividad del último modelo de ChatGPT, GPT-5, el nuevo chatbot ...
El investigador de Causa en Común, Fernando Escobar Ayala, señaló que el sistema de justicia no puede avanzar porque las fiscalías no son autónom...
A inicios de septiembre Donald Trump ordenó el primer ataque contra una embarcación que supuestamente estaba vinculada con ‘El Tren de Aragua’...
El boxeador Jesús Iván Mercado Cabrera, conocido en el ring como “Rafaguita”, fue localizado sin vida el pasado lunes 15 de septiembre en la car...
Se espera que figuras como Natalia Lafourcade o Bad Bunny lideren las candidaturas....
Jalisco inició sus actividades con un conversatorio en conmemoración del 70 aniversario de la publicación de “Pedro Páramo”, de Juan Rulfo...
Estaba en el intento de dos amigos fresas de hacer un evento sobre carreras de autos deportivos. ...
Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Acapulco Killer, del periodista David Espino, reúne ocho historias hiladas a lo largo de 8 años en el balneario de Acapulco y en el resto del estado de Guerrero con víctimas y victimarios, y es un reflejo de la ola de violencia que padece el país y los periodistas.
En entrevista, Espino comenta que en su libro rescata historias de personas que tienen un punto en común: la violencia.
Esta, dice, ha trastocado la vida de los más de 3.5 millones de habitantes de Guerrero, una de las regiones más pobres de México, quienes han buscado sobrevivir a calamidades de todo tipo: huracanes, plagas, hambre, malos gobiernos, hasta el narcotráfico y la violencia.
“Hay vidas, personas que se les ha trastocado completamente su realidad su vida común, su vida corriente. Y todo debido a la violencia”, afirma tras años de investigaciones periodísticas.
Espino, un periodista freelance que ha colaborado en medios nacionales y extranjeros, explica que su libro busca reflejar las diversas caras que tiene Acapulco, la ciudad más conocida de Guerrero y popular a nivel mundial.
Pues esta urbe no solo es el paradisíaco puerto que, otrora, era el lugar preferido de personajes famosos, tanto extranjeros como nacionales.
“Acapulco es inmenso y la idea era hacer una introspectiva como sociedad de cómo vemos la violencia y cómo este problema ha cambiado las realidades de la población”, afirma.
Para el periodista, este es un retrato de cómo la violencia y su normalización fue escalando desde el norte al sur del país y cómo la gente empieza a acostumbrarse a los daños que deja el narcotráfico.
“Las personas ya no tienen oportunidades, no se hace nada al respecto. Es un tipo de violencia no solamente de las armas sino una violencia de Estado, porque si vas a una colonia en Acapulco verás una infinidad de cantinas y no hay una cancha deportiva o un centro cultural para tratar de equilibrar”, afirma.
Con el tiempo, refiere, esta normalización llegó a los jóvenes, quienes “no solamente normalizan la violencia sino la pobreza”.
De acuerdo con las estadísticas, Acapulco es uno de los municipios con el mayor número de personas en situación de pobreza extrema en el país.
Y aunque también es el que más aporta a la economía guerrerense, también es uno de los más violentos.
Espino aborda en su libro estos claroscuros, con historias como la de la Orquesta Filarmónica de Acapulco que, en un intento genuino de acabar con esta normalización de la violencia, tiene un programa de música para que niños y jóvenes conozcan otras opciones.
Las historias, confiesa Espino, no fueron sencillas de conseguir.
Por un lado, las autoridades mantienen una opacidad institucional de los datos, y por el otro, ganarse para algunos reportajes la confianza de jóvenes involucrados en bandas delictivas fue complicado.
“Cuando tú reporteas con los chicos, cuando vas con ellos a sus lugares, a sus entornos, donde ellos se mueven siempre hay riesgos, por supuesto, de que te confundan o crean que eres policía”, dice.
Es por ello, que exalta, el reportero debe aprender a correr los riesgos que implica la profesión.
“Sabemos que nuestra labor conlleva riesgo, por eso tomo mis precauciones”, afirma.
jl/I