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Las mentiras de AMLO y las verdades de la oposición

Han pasado casi cuatro años desde que López Obrador asumió la Presidencia de la República y las cosas siguen igual. Con todo y la aparición de los Guacamayaleaks y la circulación masiva de la versión digital del libro El Rey del Cash durante los días más recientes, es previsible que la salud política del presidente y su fuerza electoral se mantenga intacta hasta el final del sexenio, principalmente por dos razones.

La primera tiene que ver con la ética y, más concretamente, con la relación entre la verdad y el discurso en la esfera político-institucional. Nunca, como en los años más recientes, habían sido tan peculiares y tan fuertes los vínculos entre el discurso de un mandatario y la “verdad” pública. El lema de este sexenio podría rezar: “basta que la gente lo crea para que sea realidad” y, en esa lógica, AMLO lleva todas las de ganar.

La versión del país contada desde los adversarios del presidente, basada en datos, índices, variables y proyecciones, sigue siendo muy lejana y ajena a la inmensa mayoría de la ciudadanía. Llámense como se llamen y venga de donde venga, la información será desestimada, no importa si se trata de hackeos, testimonios personales, audios de la CIA, investigaciones del FBI o encíclicas del Vaticano.

Para tragedia de la oposición, en esta confrontación entre verdades que se ha convertido la política mexicana, el grueso de la gente seguirá confiando en AMLO. Y, ojo, esto no significa un triunfo de la ignorancia sobre la razón, los votantes de Morena expresan sus preferencias tan racionalmente como lo hace un panista en Guanajuato, ni más ni menos.

La segunda razón del poder electoral del presidente es de orden simbólico. Y es que la oposición en México sigue capturada por un grupúsculo que dice representar los intereses del país, cuando en realidad significa muy poco para muchos. Peor aún, representa justo lo que las mayorías detestan: riqueza, privilegios y canonjías políticas. La muestra más clara de esto sucedió hace unos días, cuando se lanzó el más reciente experimento político para derrocar a AMLO, denominado Unid@s.

En dicho lanzamiento, cada uno de los representantes de las asociaciones México Une, Sí por México, Poder Ciudadano, Sociedad Civil México, Frente Cívico Nacional y Unidos por México expusieron algunos de los objetivos clave de este nuevo esfuerzo: “defender” al Instituto Nacional Electoral (INE), proponer candidaturas únicas al PAN, PRI y PRD para las elecciones de 2023 y 2024 y evitar una división que pudiera “beneficiar” a Morena.

Propuestas puntuales e importantes para la vida institucional del país, sin duda, pero carentes de significado para una base social que sigue y seguirá anclada, con justa razón, a una narrativa que los sigue poniendo en un lugar prioritario. Si el debate de la elección de 2024 se reduce a la disputa entre defender a los que menos tienen versus defender al INE y a nuestra democracia, la oposición la tiene perdida.

En la primera exposición pública del nuevo bloque opositor estuvieron presentes el empresario Claudio X. González y Gustavo de Hoyos, quien agradeció a la alianza del PAN, PRI y PRD por haber frenado el autoritarismo y las arbitrariedades del presidente López Obrador, así como al Poder Judicial, por las acciones de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el caso de tren maya.

En este escenario, y tratándose de una lucha libre y abierta por los votos, es muy probable que las y los electores vuelvan a darle su confianza y su voto a las “mentiras” del proyecto político de AMLO y no a las “verdades y virtudes democráticas” de la oposición y de su mentor y líder moral, Claudio X. González.

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JB