INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

La revolución que nos trajo la pandemia

Estamos en las vísperas de una nueva conciencia social que podría llevarnos a la construcción de un movimiento humano-social capaz de modificar nuestra forma de concebir la vida en común. Una nueva visión que comprende las lecciones de esta crisis incluyendo su globalidad y la debilidad de los gobiernos-nación. 

Mientras en el mundo se gastaron enormes cantidades en armamento para protegernos los unos de los otros, se descuidó la salud y el bienestar de la población mundial. 

En México, el Covid-19 nos llega con la infraestructura de salud de país tercermundista, y una población con muy bajas defensas. Nos hemos alimentado con comida chatarra durante décadas y ahora somos de los más obesos del mundo y con los más altos índices de enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión.  

La pandemia nos hizo evidentes todas nuestras debilidades, y en especial la parte hospitalaria de la salud pública, con esperas interminables para ser atendidos en urgencias, semanas para pruebas de laboratorio, meses para programar una cirugía, baños cerrados, elevadores inservibles y falta de mantenimiento en todas partes. Un sistema de salud incapaz de atención oportuna y de calidad. 

Hoy tenemos la paradoja de que el sistema hospitalario público, en concreto el IMSS y el ISSSTE, han sido privatizados de manera invisible. Podemos decir que, de esos hospitales, el edificio y sus ladrillos son públicos, pero los servicios que le permiten funcionar no lo son. 

Para funcionar un hospital hoy, el personal médico lo integran servidores públicos, pero su entorno para operar se contrata con el sector privado, pues se adquieren los servicios para cirugías mayores, como las de cardiología, y también las ortopédicas, el servicio de anestesia, el monitoreo de los pacientes, la endoscopía. También se contratan los servicios de laboratorio, banco de sangre, imagenología, hemodiálisis, etc. 

En otras palabras, se contratan compañías que inviertan en el equipamiento básico y en los equipos periféricos, que provean los insumos, el mantenimiento de esa infraestructura médica y los técnicos que los hacen funcionar. 

Licitar múltiples equipos, infinidad de insumos y adquirir apoyos técnicos para que actúen de manera simultánea, coordinada, es imposible para nuestra burocracia. En la práctica, lo que se hace es licitar servicios integrales en contratos multianuales. 

Los servicios integrales que proporcionan esas empresas privadas dentro de los hospitales públicos le resuelven el problema operativo al IMSS, ISSSTE y al personal clínico que no podría hacer una cirugía si no hay ese entorno en el que máquinas e insumos operan como una orquesta. 

En suma, frente a la privatización que ya existe de la atención en hospitales públicos, habría que replantear la socialización de la atención privada para abaratar los servicios y mejorar la calidad de la atención a todas las personas. 

En la práctica esto ya se está haciendo en algunos estados, en la atención del Covid 19; se trata sencillamente de contratar servicios integrales fuera de los hospitales públicos, en los hospitales privados, contratando a los hospitales privados para que atiendan cirugías, partos, hemodiálisis con todos los aparatos insumos y apoyo técnico requeridos y se les paga por cada caso atendido. 

En este contexto, los mexicanos exigimos ya mejor acceso a la salud, atención oportuna, una mejor interrelación médico-paciente, mejores hospitales y equipos. Esto será posible si se abandonan las ideologías y las ortodoxias. Las del neoliberalismo extremo y también las del estatismo engañoso que no funciona en la práctica. Se va a necesitar una nueva alianza privada-pública, que garantice una buena atención en salud para todos los mexicanos. 

La pandemia está despertando una nueva conciencia colectiva que habrá de convertirse en una presión mundial para exigir el derecho a la vida, de todos y para todos. 

[email protected] 

jl/I