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Dialogando con el lobo

En la Diócesis de Chilapa-Chilpancingo, el trabajo pastoral del obispo José de Jesús González promueve la paz y la construcción de una mejor sociedad. Las reuniones con los líderes del narcotráfico causaron polémica entre los actores políticos.

En conferencia de prensa el 14 de febrero, Miércoles de Ceniza, monseñor José de Jesús González, obispo de Chilpancingo-Chilapa, reconoció que intentaron dialogar con los capos del crimen organizado en la región junto con el arzobispo de Acapulco, monseñor Leopoldo González; el obispo de Tlapa, monseñor Dagoberto Sosa; y el obispo de Ciudad Altamirano, monseñor Joel Ocampo.

Sin embargo, señaló monseñor José de Jesús González que “no se logró” establecer un acuerdo de paz en la zona entre los grupos criminales. La “rendijita de esperanza” no se pudo concretar.

Monseñor José de Jesús es religioso franciscano, por lo tanto, siente una necesidad mayor de acercarse a las ovejas que están más marginadas, más alejadas y dialogar con el lobo, para escucharlo y atender a sus motivos.

El acercamiento con la delincuencia organizada ha sido de escucha, para dialogar y buscar poner una semilla de buena voluntad, para construir la paz en la entidad, tan lacerada por la violencia que se vive diariamente.

Al día siguiente, el presidente López Obrador dijo que “ve bien” que los sacerdotes hayan intentado negociar con criminales, pues considera que todos deben contribuir a que haya paz, a pesar de que garantizar la seguridad es responsabilidad del Estado.

El estado de Guerrero tiene los mayores índices de asesinatos en el año, un territorio terriblemente golpeado por la violencia, síntoma inequívoco de un estado fallido en la entidad.

De acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2023 en Guerrero se registraron mil 398 homicidios dolosos. Mil 26 fueron realizados con armas de fuego.

En Guerrero se pelean los territorios y las rutas del narcotráfico grupos criminales como Los Ardillos, Los Tlacos, Guerreros Unidos, La Familia Michoacana, el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de la Sierra, entre otros.

“Señor dame un corazón de Buen Pastor, orienta mi corazón para incluir a todos y buscar a las 99 ovejas, y especialmente a la extraviada, y que mi corazón tenga la alegría de tu caridad”.

Es el inicio de una oración que obispos y sacerdotes de la Provincia Eclesiástica de Guerrero rezan diariamente con las oraciones de la Liturgia de la Horas. En ese complicado entorno sacan fuerzas para guiar al rebaño, como buenos pastores, en territorios llenos de violencia.

La realidad social de Guerrero, ineludiblemente, está marcada por la carencia en los servicios públicos y en su infraestructura. La educación es un grave problema en las zonas de difícil acceso; lugares que poco a poco se fueron convirtiendo en zonas donde el narcotráfico se ha establecido a sus anchas. El fenómeno de la amapola repercutió en la inestabilidad social. Los campesinos, los que no migraron, siembran la flor de la amapola para sobrevivir.

En Guerrero la gente vive con temor y miedo, es imposible moverse de manera tranquila, sobre todo en la serranía. Los traslados que comúnmente eran de minutos, son ahora extensas jornadas por el cierre de caminos o los conflictos entre bandos enemigos, pero, entre todas estas dificultades, los obispos y sacerdotes caminan con la gente, llegan hasta los más recónditos lugares para ofrecer consuelo, paz y esperanza. Las necesidades de la gente no se detienen con la violencia, por el contrario, se hacen más presentes.

Los líderes de la Iglesia católica en México sostienen que “dialogar es tender puentes para preservar la vida y el bienestar de quienes se ven amenazados todos los días porque no hemos sido capaces de garantizar su seguridad”.

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