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Desapariciones forzadas, 50 años de impunidad creciente

El sábado 18 de mayo se cumple medio siglo de la primera desaparición forzada cometida en México. La primera víctima registrada es el profesor Epifanio Avilés Rojas, detenido por militares en Guerrero y desaparecido desde 1969. En su Informe especial sobre las quejas en materia de desapariciones forzadas ocurridas en la década de los 70 y principios de los 80, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) consigna el caso luego de que presentara una queja el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México. Transcurrido medio siglo se desconoce el paradero de Avilés Rojas y ninguno de sus captores ha sido llevado ante la justicia.

Desde entonces la impunidad es la constante de las desapariciones forzadas en el país. El 28 de agosto de 1978, hace 40 años, las madres de desaparecidos organizaron la primera huelga de hambre para exigir al entonces presidente José López Portillo una amnistía para los presos políticos y que se presentara con vida a todos los desaparecidos. Encabezadas por Rosario Ibarra de Piedra, las señoras del comité se plantaron en la Catedral de la Ciudad de México, frente al zócalo. Levantaron la huelga con la promesa del secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, de que les solucionarían las peticiones. No les cumplieron. Los oídos sordos, la complicidad del Estado, ha sido la constante sin distingo de quién gobernara.

En los años 80 y 90 del siglo pasado la disputa por el mercado de la droga desató enfrentamientos entre los grupos de narcotraficantes y empezaron a crecer las desapariciones cometidas por una y otra banda. También continuaron las desapariciones forzadas. Eran los años de colusión de autoridades con el crimen. Eran los tiempos del PRI. La violencia en sus peores expresiones de salvajismo aumentó durante los sexenios gobernados por personajes del PAN. Hay fechas que son referentes que marcan cómo se agudizó más y más la violencia, y con ellas una de sus formas más despreciables e inhumanas como son las desapariciones, vengan de donde vengan.

La desaparición forzada de Rosendo Radillo, en 1974, cometida en Guerrero por militares, marcó un nuevo periodo en busca de justicia. La petición se presentó en 2001 ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y fue hasta 2009 que, ya en manos de ésta, se notificó la sentencia en que condenó al Estado mexicano de su responsabilidad internacional por la desaparición forzada, y la falta de investigación y sanción de los responsables.

En 2011, cuando las desapariciones se intensificaban, diversas organizaciones de familiares organizaron la primera Marcha de la Dignidad Nacional para exigir la aparición de su gente cercana. Este 10 de mayo, Día de la Madre, las agrupaciones salieron de nuevo a la calle, por octavo año, a protestar y exigir respuestas. Ante el fracaso y la complicidad de los gobiernos priístas y panistas, ahora le toca cumplir al presidente Andrés Manuel López Obrador y a su partido Morena. No sólo son los desaparecidos de las familias, son los desaparecidos que pertenecen a todo México, son los desaparecidos de una nación lastimada.

Al no reconocer su participación directa en las desapariciones forzadas de los 70 y 80, el Estado sentó un criminal precedente para que éstas continuaran hasta ahora, se dispararan en este siglo las cometidas por particulares, en especial por grupos delictivos, y que siga desafiante la impunidad. Los sucesivos gobiernos federales con sus presidentes de la República conocieron cómo cada sexenio aumentaba la gravedad de las desapariciones, cómo México se hundía en una crisis humanitaria, cómo en cárceles clandestinas y en fosas ilegales se borró el paradero de miles de mexicanos. Los casos de desaparecidos y cuerpos enterrados ilegalmente en Jalisco, tienen detrás las negras historias iniciadas desde el siglo pasado en la entidad y el país.

El comité que incansablemente buscó a los desaparecidos desde los 70 escribió hace años un mensaje a las víctimas que se puede retomar medio siglo después: su decisión inclaudicable de luchar hasta devolverles “todos los soles que les han robado”.

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JJ/I