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Un México violento
Porque nos la quitaron
De acuerdo con los pronósticos de los expertos, en México estamos en el momento justo en que se prevé la agudización de la crisis de contagios de Covid-19.
Han llegado a México materiales para reforzar los cuidados, nuestra seguridad frente a la pandemia y para que la resistencia se fortalezca. A estas alturas tenemos muy claro qué hacer para cuidarnos y para no saturar las clínicas y hospitales, pero al mismo tiempo nos percatamos de que en algunas ciudades se relajan los cuidados. La gente sale a la calle quizá pensando: “La hemos librado”. Es cierto que el encierro y el confinamiento son indispensables y que quizá hemos encontrado la manera de hacer llevadera la vida en casa, posible el trabajo y amable la convivencia intensa.
Para muchos ha sido inusitado no salir de vacaciones ni visitar a familiares que viven en otras ciudades o pueblos y ni siquiera ir a los oficios de Semana Santa en los templos. ¡Vaya! ¡Ese sí que ha sido un sacrificio! Ahora viene el tiempo de rescatar la vida cotidiana, ya sin el descanso laboral y todavía con hijos en casa y sin clases. Todo un desafío a la imaginación para no caer en la rutina y el tedio, para redoblar los esfuerzos de contención, para resistir y no cantar victoria antes de tiempo.
Así como nos ayudó conocer cómo se desarrollaba la pandemia en China, Italia y España, ahora nos anima y da esperanza constatar –a través de los medios– que el esfuerzo valió la pena en esos países, pero que es indispensable no relajarnos, mantener los cuidados necesarios y fortalecer nuestras voluntades para que valga la pena el esfuerzo de todos.
Lógicamente todavía hace falta que, ante las pérdidas en sectores como el turismo, la hostelería, los restaurantes y el transporte, los estrategas de la política económica visualicen cómo apoyar a esos sectores y cómo podrían reanimarlos en el mediano plazo, quizá con la vista puesta en el verano.
Otros sectores no tienen la misma capacidad de resistencia y además tampoco son considerados esenciales en medio de la crisis actual. Obviamente, se impone establecer apoyos inmediatos para compensar las pérdidas, al tiempo de que se desarrollen programas de capacitación para que puedan establecer planes de recuperación de los negocios, nuevas formas de distribución de bienes y prestación de servicios eficientes y seguros. De hecho, pequeños comercios han puesto en marcha sencillas e imaginativas formas de hacernos llegar a casa insumos básicos para sortear las necesidades cotidianas y esenciales.
Nosotros mismos hemos aprendido a diferenciar lo que es realmente necesario para la vida y lo que puede esperar. Quizá en no pocos casos hemos aprendido a estrechar nuestros vínculos entre vecinos, con nuestros próximos, con quienes ordinariamente nos mantenemos distantes y poco interactuamos. Vamos reconociendo –en corto– que las personas, para poder vivir y resistir a los problemas, necesitamos estrechar las relaciones que nos resultan convenientes. Y de la conveniencia, más de algún vecino o familiar da un poco más y nos anima a hacer lo mismo por quienes más nos necesitan.
Esos pequeños esfuerzos son los que realmente pueden sostener nuestra esperanza en que, desde lo concreto y más inmediato, podemos trabajar en lo que nos une y nos hace próximos. Esta experiencia puede sin duda ampliarse, pensando en lo que queremos hacer de nuestra ciudad, de nuestro país y de nuestro mundo. Hemos de esforzarnos para que las utopías aterricen, se concreten y hagan viable el mundo en el que realmente queremos vivir.
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jl/I