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Miedo o risa por covid

Llegó el momento más crítico de la pandemia por Covid-19, empezamos la curva ascendente y ayer fue una muestra cuando la Secretaría de Salud federal reportó 113 muertes nuevas en el país y mil 43 casos confirmados más de un día a otro.

Estamos a punto de rebasar las mil muertes, con 970 registradas hasta ayer, y quizás hoy se llegue a ese número y ya estemos con 10 mil 544 casos confirmados.

El panorama no es de risa, es de miedo al coronavirus. Estamos en la fase de números que van al alza desmedida por contagios comunitarios; y claro que da miedo porque quizás pensemos que nos pasaría lo mismo que otros países europeos que están en la tragedia, que económicamente están mejor que México, y no pueden con esta pandemia. Me refiero a Italia y España, que nos llevan la delantera y que nos asustan.

Esto no es nuevo, ya se veía venir, pero aun así es alarmante constatarlo y saber que se está expuesto. Pero en estas situaciones pienso en los médicos y las enfermeras que lo dan todo por curarlos y aun así los tratamos mal; en los psicólogos que están contestando el 075 tratando de dar palabras certeras para quitar el miedo o reducirlo y también pienso en mi amiga Pilar Vázquez, que promueve la yoga de la risa como una metodología para beneficiarnos en esta época de estrés y de miedo, sobre todo.

La receta que ella maneja es fácil: simplemente reír naturalmente o fingidamente por 10 o 15 minutos al día. Así el cuerpo sacará todo lo negativo porque no puede haber dos sentimientos opuestos en un mismo instante, y si te ríes, se produce la serotonina necesaria para hacernos sentir bien.

Parece que reír en estos tiempos es difícil, incluso una ofensa, si pensamos en la seriedad de este asunto, pero si empezamos a preocuparnos de lo que nos hace falta, de lo que nos está costando trabajo conseguir, de lo que queremos hacer y no podemos, de lo que perdimos, de lo que nunca más tendremos, ahí empezarán las frustraciones porque no alcanzamos lo que deseamos.

Opto por pensar que siempre hay alguien que la está pasando más mal que uno. No es un consuelo tonto, sino una realidad que debo reconocer para entender que, pese a todo, estoy bien. Y como en estos tiempos es más difícil cambiar mentalidades, voy a preferir la técnica de la risoterapia, me reiré sin motivo alguno todos los días que pueda, me imaginaré escenarios catastróficos o irrisorios tanto de políticos como de situaciones o de mi propia vida para tratar de combatir el bichito invisible que puso el mundo de cabeza.

Quizás estas incongruencias mundiales de cómo un virus microscópico ha provocado tanto cambio me haga reír diario y encuentre sus absurdos; que al mismo tiempo me haga sentir mejor y estar de buena actitud. También pensaré en aquellos que no pueden reír porque la están pasando muy mal, que quizás no quieran ni puedan fingir la risa para que se sientan mejor, pero entre tener miedo o reír, prefiero lo segundo. Me causa menos estrés.

Aunque tengo más motivos para enojarme cuando pienso en lo se puede hacer y le dan largas, de las promesas que se hacen al aire y que se incumplen; del dinero que se pide para apoyar y que luego queda en los bolsillos de aprovechados o de los que dicen que trabajan por el pueblo y simplemente lo hacen para su propio beneficio. Si me pongo a pensar en ellos en esta pandemia seguramente estaré tan irritable que estaré más cercana a pensar en el miedo que en la tranquilidad. Y si ayer me dijeron que la risa lo cura todo, prefiero fingir la risa sin razón, prefiero tener conciencia con una sonrisa que tenerla con el ceño fruncido.

No hay nada malo atrás de la risa, siempre y cuando no sea burlesca u ofensiva, sino que sirva para sacar esas emociones negativas que en estos tiempos se acumulan y que parece no tener salida. Prefiero esta válvula de escape ante una realidad que da mucho miedo y que aún no dimensionamos lo que enfrentaremos.

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jl/I