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‘Viento idiota’ (o en el camino)

Me desperté al costado del camino, soñando despierto sobre cómo son las cosas…

Bob Dylan ‘Idiot wind’

 

Hay vida después de la política… y es una vida mejor. Las artes y las humanidades deambulan como flotadores que funcionan literalmente como salvavidas y siempre están dispuestas como refugio a los agobios de la política. Para ello, la literatura ofrece un buen abrigo. Es oportuno para reflexionar de un trance ocurrido recientemente en el mundo literario.

Mientras presentaba un monólogo el viernes 27 de octubre en Barcelona, murió en el escenario, Peter Kaldheim, escritor estadounidense que puede ser considerado como el último miembro de la generación beat (Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William S. Burroughs). Kaldheim nació en New Hampshire en 1949 y estudió literatura en la Universidad de Dartmouth. Al graduarse se dedicó a desempeñar varios trabajos en el mundo editorial de Nueva York, hasta llegar a ser editor de la prestigiosa editorial Harcourt Brace.

Sin embargo, su labor editorial se vio trucada por el abuso de la cocaína y el alcohol, incluso llego a estar preso por haber intentado vender droga a un agente encubierto. Al tocar fondo, en 1987 se vio precisado a huir de Nueva York por deudas de drogas y se dedicó a viajar por el país sin dinero, sin destino, solo y viviendo en las calles. Por fortuna, durante su periplo se dedicó a tomar notas con la idea de escribir una novela, inspirada en uno de sus escritores favoritos: Jack Kerouac (En el camino), una novela inspiradora que leí en mis primeros años universitarios.

En una librería de segunda hace poco me encontré la primera novela de Kerouac, El pueblo y la ciudad, escrita con un lenguaje más convencional del que posteriormente caracterizó su obra. La novela describe el shock cultural entre la tradición y la modernidad producida en los Estados Unidos después de pasar por dos guerras mundiales y el impacto en la juventud estadounidense de la época. Al estar por terminar su lectura, me entero del fallecimiento de Kaldheim y recordé que por ahí tenía su novela (Viento idiota) publicada en 2019. Escrita con un lenguaje sencillo, pero lleno de personajes e Idiot wind situaciones verificables, Kaldheim narra sus andanzas por espacio de ocho meses y más de 8 mil kilómetros.

El título de sus memorias lo toma de una canción de Bob Dylan y tiene que ver con esas acciones que en ocasiones no entendemos: tenemos amigos, parientes o conocidos que, después de consultar a medio mundo para tomar una decisión, toman la menos recomendada y de la que luego se arrepienten por los resultados adversos. Así le pasó a Kalheim: por algún tiempo tomó decisiones equivocadas y los resultados fueron desastrosos.

Por fortuna, luego de pasar tribulaciones que solo ocurren a vagabundos e indigentes, logró acomodarse como chef de varios restaurantes donde logró enmendar los empellones del viento idiota, no sin antes recaer en alguna ocasión en la ludopatía (lo que comprueba que la adicción solo está latente). Ante la insistencia de un amigo, Gerry Howard de Doubleday (editor de David Foster Wallace), logró convencerlo de publicar sus memorias recién en 2019.

Luego de tocar fondo tres veces (cocaína, indigencia y juego), terminó cuidando a sus dos hermanos menores enfermos, que murieron con cuatro días de diferencia. La sensación que sintió al salir de la desesperanza fue la de libertad: “Hubo un pequeño interludio en la carretera en el que me sentí más libre que nunca. Aunque no tenía nada, podía ir a pedir sopa al albergue, y entre comidas podía caminar por la ciudad, ir a la biblioteca…”

Y recuerden… lean literatura.

X: @Ismaelortizbarb

jl/I