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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Ahora que la Guardia Nacional fue transferida al Ejército vale la pena cuestionarse si tal decisión contribuye a la construcción de una paz sostenible para nuestro país.
Desde que se fundó la UNESCO, uno de sus encargos ha sido contribuir a la paz en el mundo. En su Constitución, se plantea la necesidad de “desarmar las mentes para construir la paz”, tomando en cuenta que las guerras suponen una inversión enorme de talento humano y recursos económicos. Construir la paz, aclara la UNESCO, demanda constituir en las personas, grupos y países los baluartes de la paz: confianza, concordia, diálogo, intercambios provechosos para todas y todos…
¿Quienes integran las Fuerzas Armadas en México cuentan con los saberes y capacidades para consolidar esos baluartes? En una sociedad que se ha desorganizado hasta la anarquía la presencia de militares parece fundamental para restablecer el orden. Como los estratos dominantes no pueden confiar en la gente para mantener la unidad colectiva, recurren a la fuerza para imponer obediencia. Las élites se enfrentan entre sí por asuntos como la corrupción, los procedimientos constitucionales o la política exterior; y una opción que tienen para mantener sus privilegios es apoyarse en la milicia.
Según los expertos existen tres formas de violencia: directa, estructural y cultural. La directa es la más visible (violaciones, asesinatos, desapariciones, lesiones…) y es la que se pretende controlar con la militarización. La estructural, instalada en las instituciones, sin ser explícitamente visible, mantiene las desigualdades e injusticias (sistema financiero, educativo, de salud…). La violencia cultural es aquella que, mediante discursos, slogans, consignas, himnos…, legitima la existencia de las otras dos. ¿En los cambios constitucionales aprobados se contemplan estrategias para contrarrestar las violencias estructurales y culturales?
Desde una perspectiva pacifista la propuesta que se hace es abocarse a la deconstrucción de las violencias, es decir, “desarmar” todas las formas de pensar que las mantienen socialmente vivas: la imposición, el uso de la fuerza, el militarismo, el patriarcalismo, etc.
Necesitamos defender la paz por medios pacíficos. La presencia de los militares en las calles no puede proporcionar la seguridad que necesitan las personas. El Ejército no nos hace más seguros, ni desde el punto de vista económico ni en materia socioambiental. Si las armas pudieran traer la paz hace mucho tiempo que la tendríamos en el mundo.
Hay que redefinir el concepto de seguridad para hacerlo consistente con las ideas de seguridad humana, seguridad alimentaria y sanitaria o seguridad climática; dejar de ver a los otros como enemigos; fomentar la concordia, el respeto al derecho internacional, el diálogo y las medidas para prevenir los conflictos. Es ahí donde se deben invertir el talento humano y los recursos. Nadie está seguro a menos que todo el mundo lo esté.
En la actualidad no es fácil evitar sentirse abrumado por las crisis que estamos enfrentando como humanidad. No podemos agregarle la zozobra que provoca la interacción cotidiana con los militares en las calles. Hay que seguir escuchando las voces pacifistas que pregonan el desarme cultural como un requisito para la paz.
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jl/I