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Un México violento
Porque nos la quitaron
Jugábamos en la calle. Practicábamos la actividad que correspondía según la época del año. Unas semanas era beisbol, otras patinar o andar en bici, también jugábamos tochito (futbol americano callejero) o futbol soccer que entonces no era tan popular como ahora, y competíamos a lanzar el trompo, el yoyo –todos queríamos uno de Coca Cola– o el balero.
Era a mediados de los sesentas y la vida transcurría entre la escuela, la tarea y los juegos en la calle con los amigos. Las comidas se hacían en familia y había una convivencia en la que todos platicábamos de lo que a cada uno interesaba.
Hacia finales de la década, ya siendo adolescentes, nuestras actividades sociales se extendieron al grupo juvenil y el coro de la colonia, donde nuestra red de amigos se expandió a toda la colonia e incluso a las aledañas.
Así crecimos quienes nacimos en los cincuentas y principios de los sesentas, con disciplina y obligaciones, pero con diversión y también con tranquilidad, pudimos disfrutar de actividades adecuadas a la edad que teníamos con toda la libertad que fuimos ganando al cumplir con las responsabilidades.
Ya siendo jóvenes adultos, a principios de los setentas, circulábamos sin problemas por la ciudad, teníamos fiestas, llevábamos serenatas, acudíamos a clases y, en algunos casos, a trabajar, viajábamos de fin de semana a Cuernavaca, Cocoyoc, Oaxtepec y otras ciudades cercanas. También íbamos más lejos, tanto como recorrer los estados del sureste del país acampando donde se podía o durmiendo en el camión al borde de una terracería en Tapilula, Chiapas.
Nunca estuvimos en riesgo ni corrimos peligro. No nos sentimos amenazados por la posibilidad de ser asaltados, secuestrados o, peor aún, desaparecidos o asesinados.
Reflexionar sobre todos estos recuerdos es hacerlo también sobre todo lo que hemos tenido y disfrutado. Hemos perdido la tranquilidad que da vivir seguro, perdimos las calles, las ciudades, el campo… perdimos el país entregado por el gobierno al crimen organizado.
Nuestros hijos y nietos ya no pueden tener actividades de acuerdo con los años maravillosos de la infancia y la adolescencia. Ahora viven bajo el dominio del miedo que las circunstancias les transmiten, sin la libertad e inocencia propias de su edad.
Nuestro país ha destacado en los últimos años por la gran cantidad de personas asesinadas. Durante el sexenio actual se han cometido más homicidios que en cualquiera de los anteriores, incluso de la suma de varios de ellos, como lo han destacado las cifras que proporcionan las propias autoridades y el Inegi.
Resultó más letal la política de “abrazos y no balazos” de López Obrador, que la guerra abierta contra la delincuencia organizada de Calderón. AMLO ha entregado el país a los cárteles, así lo han mostrado trabajos periodísticos que han sacado a la luz investigaciones efectuadas por agencias de seguridad de Estados Unidos, por mucho que el presidente intente negarlo.
También tenemos un poco honroso lugar en el capítulo de desaparecidos de todas las edades, incluidos niños y jóvenes. La inseguridad nos mantiene preocupados por nuestros seres queridos que salen a sus actividades.
Perdimos la libertad de ser.
Este 2 de junio votemos por un cambio.
Así sea.
X: @benortega
jl/I