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Rosario Ibarra

Esta semana el Senado de la República otorgó la Medalla Belisario Domínguez a Rosario Ibarra de Piedra por su destacada labor en defensa de los derechos humanos durante más de cuatro décadas, específicamente en la denuncia del delito de desaparición forzada, la búsqueda de los desaparecidos y la libertad a los presos políticos. En sus argumentos, el Senado expresó un reconocimiento a toda una vida de lucha para “dar voz a quienes no la tienen y pedir justicia para los que ya no pueden hacerlo”. 

Jesús Piedra Ibarra, hijo de la señora Rosario Ibarra, fue desaparecido en 1975. En una crónica de 1977, la escritora Elena Poniatowska se preguntaba: ¿dónde está Jesús Piedra Ibarra?, y narraba la persecución policiaca y criminalización que se hizo contra el joven estudiante de medicina, acusándole de “peligroso” guerrillero. En esa misma nota Poniatowska retoma la exigencia de Rosario Ibarra para la presentación con vida de su hijo: “Si mi hijo cometió algún delito, exijo que se le juzgue con estricto apego a la ley, pero que me dejen verlo, pues vivimos en un régimen de derecho”. 

Desde 1975 Rosario Ibarra emprendió una búsqueda incansable de su hijo, y de los hijos de otras madres y familiares que, en su momento (1977), conformaron el Comité Eureka, Comité Pro-Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México. Desde entonces, el comité denunció la ausencia de un marco legal sobre desaparición forzada y como proclama central la presentación con vida de los detenidos-desaparecidos. “Vivos los llevaron, vivos los queremos” fue la consigna central de su exigencia de justicia. 

Rosario Ibarra fue la primera mujer candidata a la Presidencia de la República (1988); su agenda política reclamaba visibilizar la lucha por los derechos humanos, la exigencia de verdad ante crímenes cometidos en el marco de la llamada Guerra Sucia y la tipificación del delito de desaparición forzada. En ese sentido, su agenda programática fue un llamado a la conciencia colectiva contra el olvido y por la preservación de la memoria que mantendría la exigencia de presentación con vida de cada uno de los desaparecidos en México. 

El ejemplo de lucha personal y accionar colectivo hoy encuentra referente en cada una de las madres mexicanas que día con día realizan la búsqueda de sus hijos, en un contexto de violencia e inseguridad en el que más de 40 mil personas se encuentran desaparecidas, donde la voz y firmeza de Rosario se hace presente en sus palabras haciendo un llamado al presidente López Obrador: “Querido y respetado amigo: no permitas que la violencia y la perversidad de los gobiernos anteriores siga acechando y actuando desde las tinieblas de la impunidad y la ignominia, no quiero que mi lucha quede inconclusa”. 

Refiriéndose a los desaparecidos, señaló que han querido ser un frente portador de vida, “porque amamos a nuestros desaparecidos. Nunca hemos estado en disyuntivas en su búsqueda; nunca hemos pensado en su muerte. Son seres de carne y hueso, no personajes de novelas, buenas o malas… ni nombres en una lista ni imágenes fotográficas… no son parte de una historia pasada”. 

El reconocimiento a Rosario Ibarra es un acto de justicia, de responsabilidad histórica y debe llamar la atención de que el grave problema de los desaparecidos, de la desaparición forzada, debe ser atendido de manera integral, caminando siempre al lado de familiares y colectivos; de ahí la importancia de las palabras que cierran el discurso al dejar en manos del presidente el reconocimiento, pidiéndole que se lo devuelva junto con justicia y verdad sobre el paradero de sus seres queridos.

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da/i