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Los niños invisibles

El anuncio de una reforma migratoria de Joe Biden, después de cuatro años de políticas antinmigrantes durante la administración de Trump, generó esperanza en los migrantes centroamericanos y aumentó 28 por ciento la presencia de los migrantes en la frontera norte de México, buscando cruzar hacia una nueva vida. 

La Casa Blanca ha manifestado que no todas las medidas de Biden a favor de los migrantes son de efecto inmediato y se necesitará tiempo para su puesta en marcha. Así insisten los funcionarios de migración, que este no es el momento para emprender el viaje hacia la unión americana. 

Los niños no pueden ser detenidos, la migración no es un delito. En el último año, las autoridades mexicanas han identificado a aproximadamente 6 mil niñas, niños y adolescentes en situación de movilidad humana. 

A lo largo de su camino, estos menores enfrentan diversos tipos de riesgos y violencia, como la sexual y la de género, la captación por redes de trata o por el crimen organizado, la separación familiar, los abusos, la extorsión o el secuestro. 

La amenaza que más sufren los niños la ocasiona la guerra interna de los narcotraficantes, en la cual son utilizados como sicarios, como halcones, y en la siembra de la amapola en algunos estados del sureste. 

La migración de niños, niñas y adolescentes es un caminar de alto riesgo, ya que caminan por zonas de guerra, y los grupos delincuenciales amenazan su integridad constantemente. Sufren xenofobia, agresiones físicas y verbales, así como violaciones a sus derechos como niños. 

Los obispos de la Conferencia Episcopal Estadounidense han denunciado la situación que viven los niños migrantes en los diversos estados fronterizos de la unión americana. 

Para el obispo Mark Seitz, de El Paso: “La protección de los niños migrantes en una cuestión especialmente importante para la Iglesia católica, ya que una de las primeras experiencias de Jesús niño fue huir por su vida del rey Herodes con su familia a Egipto. De hecho, Jesús mismo fue un niño migrante que tuvo que escapar de la violencia. Jesús, María y José necesitaron asilo y enfrentaron la misma opción que enfrentan los miles de niños que escapan a Estados Unidos cada año”. 

El obispo de Salt Lake City, John Wester, expresa que los niños migrantes no han dejado sus hogares ni viajado cientos de millas para divertirse, sino que escaparon en busca de esperanza, y señala: “Los medios de comunicación miran a estos niños como si fueran adultos, en lugar de niños vulnerables y asustados que han conocido la injusticia y el horror del mundo a una temprana edad. Cualquiera que escuche las historias de estos niños se sentiría conmovido, porque son víctimas que escapan de la violencia y del terror, no son criminales”. 

El papa Francisco llama la atención “sobre decenas de miles de niños que emigran solos, no acompañados, para escapar a la pobreza y a las violencias: esta es una categoría de migrantes que, desde Centroamérica y desde México, atraviesa la frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca de una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana”. 

A lo largo de nuestro país, organizaciones de la sociedad civil, numerosas iglesias y casas de religiosos y religiosas apoyan a los niños migrantes y diseñan formas de involucrase, de acoger y proteger a los niños y adolescentes migrantes, así como recabar testimonios y apoyarlos con atención psicológica y espiritual; trabajan para fortalecer los mecanismos de reunificación familiar, para regularizar el estatus legal de los niños y para garantizar su acceso a servicios de educación tanto en los países de origen, de tránsito y de destino. 

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