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La educación transforma vidas

Hace unos días se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma constitucional en materia educativa, y con ello se dio el primer paso hacia una nueva visión sobre la educación pública que se propone dejar atrás más de 35 años de neoliberalismo en la educación; un modelo impuesto que permeó en el contenido y la orientación del proceso de enseñanza y cuyo fracaso derivó en que México ocupara los últimos lugares en la evaluación del nivel educativo entre los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).

UNESCO ha señalado que la educación debe tener tres propósitos fundamentales: educar para la paz, erradicar la pobreza e impulsar el desarrollo sostenible. Siguiendo la propuesta del pedagogo brasileño Paulo Freire podríamos afirmar que la educación debe servir también para la liberación nacional, y a la luz del filósofo mexicano Lombardo Toledano habría que cuestionarnos: ¿cuál es el propósito central de la educación, sino formar al sujeto que habrá de transformar las estructuras sociales en aras del beneficio colectivo?

En este complejo debate inconcluso sobre el propósito y fines de la educación, el artículo tercero estableció desde los años 40 un conjunto de principios orientados a la educación para la paz y el desarrollo, como el de contribuir desde el conocimiento científico a disminuir la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos, los prejuicios; educar para la fraternidad entre los pueblos, fomentar la conciencia de la solidaridad internacional en la independencia y la justicia; desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano, contribuir a nuestra independencia económica y política; acrecentar la cultura y el aprecio por la dignidad de la persona, la convicción del interés de la sociedad y la igualdad evitando privilegios de razas, sexo o individuos. 

La reforma que recién se aprobó retoma esa serie de principios, y agrega más valores que corresponden a las necesidades de un país que se encuentra inmerso en una espiral de violencia (s) y crisis, que necesita urgentemente discutir sobre las medidas que hagan efectivas esas orientaciones en la formación escolar:  la educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, deberá tener enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva, contribuirá a la mejor convivencia humana, fortalecerá el aprecio y respeto por la naturaleza, la diversidad cultural, la dignidad de la persona y la integridad de las familias. Será equitativa, a través de medidas que combatan las desigualdades socioeconómicas, regionales y de género; será inclusiva, al tomar en cuenta las diversas capacidades, circunstancias y necesidades de los educandos; será intercultural, al promover la convivencia armónica entre personas y comunidades para el respeto y reconocimiento de sus diferencias y derechos, en un marco de inclusión social; será integral, desarrollará en las personas capacidades cognitivas, socioemocionales y físicas que les permitan alcanzar su bienestar y será de excelencia, entendida como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje para el desarrollo de su pensamiento crítico y el fortalecimiento de los lazos entre escuela y comunidad.

También se añade de manera expresa que la educación fomentará la cultura de paz y que los maestros son agentes fundamentales del proceso educativo reconociendo su contribución a la trasformación social.

De lograr implementarse esos propósitos y orientaciones, la educación podría transformar vidas en sentido progresivo.

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