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El reto que enfrentamos

En los últimos días se ha desarrollado una crisis de información de proporciones complejas de remediar. El tema de salud se ha convertido en un epicentro que atrae todas las atenciones, sin embargo, la presencia organizada de opiniones especializadas y respaldadas por una experiencia científica y técnica, de acción e investigación, han quedado en medio de una sobreabundante presencia de opiniones diversas, sin plan ni sustentación. 

La importancia de plantear opiniones organizadas, gravitando alrededor de un equipo estructurado y, sobre todo, coordinado, de regulación y ordenamiento de las acciones que deban ponerse en acción, se ha desmoronado frente a una serie de escenarios en los que, ante la falta de un proyecto, se han dado muchas acciones, meritorias todas, pero sin un elemento estructurante que genere sentido. 

Se requiere, pues, de un plan de gobierno que tenga en mente una gobernanza que parta de una concepción de gobierno y Estado que, hasta el momento, no ha tenido eficacia ni presencia en el marco de la diversidad de decisiones y que coloca en un movimiento, de alto valor, pero sin coordinación nacional, el enfrentamiento de esta crisis sanitaria en nuestro país.  

El contexto en el que se desarrolla la pandemia involucra temas que no están directamente relacionados con la emergencia sanitaria. Otros factores forman parte y se suman al gran reto que enfrentamos. 

En el caso de las instituciones internacionales que tienen la capacidad para establecer expectativas de crecimiento de las economías internacionales, seguimos presentando niveles de un decrecimiento que rondan desde 0.1 a 0.45 por ciento. Es decir, que no se ha logrado establecer una dinámica que, antes de la emergencia, convenciera a los mercados internacionales de su inversión en México. Producto de la crisis, en su dimensión internacional, estas perspectivas de crecimiento ralentizado se mantienen. 

El Covid-19 impacta a nuestra economía, que depende en un importante porcentaje del petróleo y de otras materias primas, así como del turismo y las remesas. Factores que no ven un futuro adecuado en estos momentos. 

El peso experimenta una compleja fragilidad, entre otras cosas por la inestabilidad del precio del petróleo, dando lugar a cotizaciones de hasta casi 25 pesos por dólar. No solamente el factor de la crisis sanitaria mundial, sino el propio mercado ha tenido un impacto frente al “peso fortachón” que requiere de una atención amplia de diferentes actores para lograr, si no una recuperación completa, por lo menos una estabilización en márgenes manejables para el sostenimiento económico nacional. 

Habrá una inevitable sucesión de eventos como la disminución de las cadenas de producción que plantea efectos complicados, no solamente para la producción, sino para el mantenimiento de los topes laborales que con dificultades se han sostenido. 

Alrededor de estos aspectos, desconocemos un plan organizado que tenga como objetivo el mantenimiento de las estructuras económicas y, con ellas, su articulación con un plan de emergencia para la contención sanitaria. 

El desafío que se tiene ahora es dejar en un segundo plano la dimensión electoral. Un plan nacional de atención, como señalamos, no solamente de la emergencia médica, sino de todos los factores correlacionados, se fundamenta en la necesidad de una actuación en varios frentes. Sociedad, gobierno y sector privado, requieren un entendimiento claro para tratar de recuperar un tiempo perdido. El desgaste de credibilidad frente a las ocurrencias en las sesiones matutinas podría restaurarse a través del Comité Nacional para la Seguridad en Salud. El tiempo opera en contra de una falta de organización, no de acciones, que como hemos señalado se han realizado, pero ahora se requiere la rectoría del Estado y ese reto, es el que hay que solventar. 

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jl/I