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Polarización política

Muchas son las amenazas a la democracia contemporánea: una de ellas es el populismo y su propensión a la polarización. La salud de la democracia se ve dañada por las acciones de algunos gobiernos que –a pesar de haber llegado por la vía electoral– crean las condiciones para que en una sociedad política más o menos homogénea (o también culturalmente heterogénea), se produzca una polarización política.

La intención de la polarización por parte de un partido o líder populista varía de acuerdo al contexto político y cultural. Un objetivo es el de consolidar el poder a partir del control de las instituciones democráticas para debilitar la oposición y someter a los poderes Judicial y Legislativo. Al mismo tiempo dirige sus discursos polarizadores a sus seguidores: “Nosotros contra ellos”, los opositores son los enemigos y las instituciones que no se someten a los designios del amado líder.

Otro propósito de la polarización es el de distraer a la población de problemas de gobernabilidad (inseguridad pública, salud, educación) para desviar la atención de sus seguidores para mantener niveles de apoyo, creando tanto conflictos políticos muchas veces inexistentes o enemigos del pueblo. El problema de la retórica polarizadora es que afecta y debilita directamente a la cohesión social: puede enfrentar a miembros de una familia, círculos de amigos y colegas hasta llegar a desconocerse y que la posibilidad de tolerar una pluralidad de opiniones se vea amenazada.

Claro que no se puede culpar de todo al líder populista; también sus seguidores contribuyen con una cuota de flaqueza debido a una reacción que los psicólogos sociales han dado en llamar “disonancia cognitiva”: se refiere al conflicto interno de algunas personas cuando tienen dos creencias, actitudes o valores contradictorios entre sí. Esta tensión se produce porque tienden a encontrar coherencia en sus pensamientos y sus acciones; esto es, la realidad entra en conflicto con sus ideas. Esto hará que, ante las evidencias tangibles, se busque justificar cualquier acción incorrecta o mentira de su líder (de acuerdo con Luis Estrada de Spin, el presidente dice de 80 a 100 mentiras por mañanera).

En una democracia la polarización puede conducir a ver a los oponentes como enemigos a los que hay que vencer mediante la fuerza de la mayoría, no mediante argumentos esgrimidos contra adversarios. Una de las características de la democracia es la posibilidad de que cualquier contrincante puede ganar en una elección. En un régimen populista se buscar conservar el poder a como dé lugar y convenciendo a sus seguidores que es mejor un gobierno autoritario y antiliberal.

La contribución del presidente López Obrador en la polarización del país es contundente. Su más reciente aportación fue no haber invitado a la ceremonia del Grito de Independencia a los poderes Judicial y Legislativo, un evento netamente republicano, argumentando: “No tenemos buenas relaciones. Es de dominio público”. Esta acción puede ser vista como patrimonialista, dado que el líder patrimonialista considera al Estado como su propiedad personal y usa los recursos estatales en beneficio propio o de su movimiento.

Tanto el patrimonialismo como la polarización política afectan la calidad de la democracia. Ambos revelan tipos de gobierno autoritario y antidemocrático, donde no se respetan los valores básicos de la democracia, como la rendición de cuentas, la separación de poderes, y se busca el sometimiento de las instituciones. A la larga, estas acciones pueden conducir invariablemente a lo que Guillermo O’Donnell vaticinaba como la “muerte lenta de la democracia”.

X: @ismaelortizbarb

jl/I