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El papa Francisco y el Sínodo de Roma

Los cardenales Walter Brandmüller, Raymond Leo Burke, Juan Sandoval Íñiguez, Robert Sarah y Joseph Zen Ze-kiun presentaron cinco preguntas al papa solicitando aclaraciones sobre cuestiones relativas a la interpretación de la revelación divina sobre la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo, la sinodalidad como dimensión constitutiva de la iglesia, la ordenación sacerdotal de las mujeres y el arrepentimiento como condición necesaria para la absolución sacramental. A estas preguntas se les llama dubia, en latín.

El papa les respondió y por razón de espacio solo comentaremos la dubia en relación a la sinodalidad.

La palabra sínodo proviene de dos términos griegos y significa reunirse o caminar juntos (syn, juntos; hodos, camino). Esta ha sido una constante en la Iglesia católica; “el sínodo es diálogo, entre bautizados, entre miembros de la iglesia, sobre la vida de la iglesia, sobre el diálogo con el mundo, sobre los problemas que afectan hoy a la humanidad”, indicó recientemente el papa Francisco.

Sobresalen los comentarios del señor cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara, para quien la sinodalidad en la Iglesia católica es el caballo de Troya que pretende destruirla.

Señala que la iglesia es una, santa, católica y apostólica, “pero resulta que ahora es sinodal”, y se pregunta, ¿por qué ahora, después de 2 mil años se habla de la sinodalidad?

En el periódico El Laico Opina afirma que “se quiere introducir toda clase de errores de fe y de moral como legítimos”, y añade que “la sinodalidad es democracia, igualdad de todos, solo que Nuestro Señor Jesucristo que fundó la iglesia, la quiso jerárquica, dio el poder de enseñar, santificar y regir sólo a los apóstoles, pero ahora se quiere hacer una iglesia democrática en que todos: sacerdotes, laicos, obispos, mujeres, hombres, invitados, indiferentes y hasta ateos puedan opinar con el mismo derecho en materia de fe y costumbres y establecer normas para la vida de la iglesia” e invita a no perder la fe en la iglesia porque “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”.

La pregunta que se plantea es sobre la afirmación de que la sinodalidad es una “dimensión constitutiva de la iglesia”, de modo que la iglesia sería sinodal por naturaleza. La cuestión es si la sinodalidad puede ser el criterio normativo supremo para el gobierno permanente de la iglesia sin desvirtuar su disposición constitutiva, tal como deseaba su fundador.

La respuesta del papa Francisco:

“Si bien ustedes reconocen que la suprema y plena autoridad de la iglesia es ejercitada, sea por el papa debido a su oficio, sea por el colegio de los obispos junto con su cabeza el romano pontífice, sin embargo, con estos dubia ustedes mismos manifiestan su necesidad de participar, de opinar libremente y de colaborar, y así están reclamando alguna forma de ‘sinodalidad’ en el ejercicio de mi ministerio”.

Y añade: La iglesia es “misterio de comunión misionera”, pero esta comunión no es sólo afectiva o etérea, sino que necesariamente implica participación real: que no sólo la jerarquía, sino todo el pueblo de Dios de distintas maneras y en diversos niveles pueda hacer oír su voz y sentirse parte en el camino de la iglesia. En este sentido sí podemos decir que la sinodalidad, como estilo y dinamismo, es una dimensión esencial de la vida de la iglesia.

La iglesia de Guadalajara, en la actualidad, ha iniciado la Gran Misión de la Misericordia, bajo el espíritu de la sinodalidad, la caridad del buen samaritano y con actitud de misión permanente, con la riqueza de la iglesia universal.

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