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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
El 25 de septiembre, en un foro llevado a cabo en el ITESO, el maestro Víctor Hugo Ábrego, integrante del observatorio Signa Lab, comentó que se ha difundido la idea de que el dato crudo (raw data), a veces reducido a un mero número, es señal de objetividad e imparcialidad, lo que a su juicio es falso, ya que el dato aislado de un contexto que le otorgue sentido y significación es inútil.
Sin embargo, el culto al dato se ha desarrollado en buena medida por la influencia de la perspectiva económico-matemática que ha dominado las discusiones públicas en las últimas décadas. Los economistas afiliados a esa corriente de pensamiento económico tratan de analizar el comportamiento de nuestro entorno con base en un número, como es el caso de la tasa de crecimiento, para determinar qué tan positiva puede ser la perspectiva en el futuro inmediato. El problema es que ese número puede ser bueno para el economista, aunque la gran mayoría de nuestra población se encuentre padeciendo hambre. Ese es uno de los límites del dato crudo.
Esto viene a colación debido a que hace unos días el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) presentó su Informe Legislativo 2019 (el cual se puede consultar en la siguiente dirección: https://bit.ly/2nix4Zx), en el que se trató, como en ediciones anteriores, de determinar cuál de los Congresos estatales de México es el más costoso, cuál el más productivo, etcétera.
La intención me parece buena, pues no debemos dejar de evaluar el desempeño de un órgano tan importante como el Poder Legislativo, y tampoco es correcto que se desperdicie el dinero público. De hecho, hay varios datos que son muy interesantes, por ejemplo, que en México gastamos tres veces más en nuestros diputados locales que en España. O que un diputado local de Jalisco representa a 219 mil 100 personas, mientras que uno de Colima representa a 30 mil 914.
Ahora bien, como lo explicaba más arriba, esos datos, a pesar de ser interesantes, nos dicen muy poco, pues no tenemos un contexto que permita determinar si es correcto o no que sea así, por lo que en este caso el Imco cae en el error de manejar el dato crudo como señal de objetividad, pese a que presentarlos así puede llevar a crear indignación y que se demande un recorte general en el gasto de los Congresos locales, aun cuando no necesariamente sea útil hacerlo, porque dejar de gastar puede ser contraproducente, como lo pueden constatar las familias que se quedaron sin el servicio de las estancias infantiles.
Otro ejemplo más claro es que se considera al Congreso de Puebla como el más funcional, al parecer porque es el que más dictámenes realizó, y es el que más iniciativas ha presentado y discutido y más leyes ha aprobado, pese a que ha tenido pocas sesiones plenarias. Incluso se plantea que, si los demás Congresos se hubieran comportado como el de Puebla, se habría tenido un ahorro de 11 mil 13 millones de pesos. Suena bien, ¿verdad?
Pero, todas esas leyes que aprobó el Congreso de Puebla, ¿servirán para algo? Es decir, ¿están elaboradas de manera que podemos suponer que serán efectivas modificando, para bien, la conducta de las personas? O, por el contrario, ¿son leyes inútiles que reglamentan innecesariamente conductas que no vale la pena regular? O, peor aún, ¿son leyes que promoverán la corrupción y la impunidad, debido a lo deficiente de su redacción?
Como se puede ver, el dato crudo no nos permite dar respuesta a esas preguntas, que son las más relevantes, por lo que sería ocioso tomar decisiones solo con base en esos números. Seamos cuidadosos con la forma en que medimos lo que nos resulta valioso.
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JJ/I