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El ‘affaire’ Panamá

Las relaciones diplomáticas entre Estados soberanos están reguladas por la Convención de Viena sobre relaciones consulares (24 de abril de 1963), donde se anota que el embajador podrá ejercer como tal cuando el jefe de Estado del país receptor autorice –mediante exequátur– que puedan ejercer las funciones como tal. El país receptor, “en todo momento”, tiene el derecho de considerar a una persona designada como non grata antes de su llegada su territorio.

Con la fallida designación de Pedro Salmerón como embajador de México en Panamá ocurrieron dos cosas: una, que no se siguieron los procedimientos de la Convención, se anunciaron antes de haber recibido el beneplácito y no por las comunicaciones “por vía diplomática”, sino por la mañanera; dos, por ignorar las denuncias de acoso sexual de las alumnas del ITAM y de militantes de Morena por parte del historiador.

No conforme con esto, la ministra de Relaciones Exteriores de Panamá, la reconocida feminista Érika Mouynes (se autodenomina como “activista y progresista” en su Twitter), rechazó la nominación de Salmerón (de seguro por considerarlo como persona non grata para ese país). Como respuesta, AMLO reaccionó de forma poco diplomática al acusar a la Mouynes de haberse erigido en tribunal de la inquisición (y con ello haciendo exactamente lo mismo de lo que acusa) y sugiriendo que el primer mandatario de Panamá, Laurentino Cortizo, no estaba enterado de la decisión de la cancillería panameña.

Salmerón presentó una carta renuncia a la designación como embajador, a manera de justificación de la negativa de beneplácito por parte de la cancillería panameña. Para cuidar las formas, Salmerón la presentó para no ver como una derrota del gobierno de México y la terquedad de AMLO en sostener al historiador (que, en realidad, así fue). En lugar de enmendar el error, postuló a una actriz sin experiencia diplomática que, de seguro, tardarán en darle el beneplácito para mostrar su desacuerdo, pero no lo negarán por segunda vez.

Este desencuentro entre ambos países originó una serie de críticas de actores políticos, como del ex presidente de Panamá Ernesto Pérez Balladares, quien dijo: “La actitud del señor López Obrador en cuanto a la designación de su representante en nuestro país es infantil”. AMLO no está acostumbrado a perder y todas las críticas las desestima arguyendo que quienes lo hacen son conservadores o resentidos porque ya no tienen los privilegios de que gozaban durante el período neoliberal. ¿Qué interés tiene Pérez Balladares al criticar al presidente mexicano? ¿No es momento de dejar de escuchar lo que él mismo dice “el canto de las sirenas” de las voces de su alrededor y admitir un poco de autocrítica?

En México no existe el servicio civil de carrera en el gobierno federal, salvo en algunas instituciones como en el Instituto Nacional Electoral, el Poder Judicial o el Servicio Exterior Mexicano, donde las personas se preparan en carreras de asuntos internacionales o en el Instituto Matías Romero de la misma secretaría. Entonces, ¿por qué Marcelo Ebrard no es quien propone al presidente a personas ideales para el cargo? Sencillo: porque el presidente no va a permitir que Ebrard –que no es su corcholata preferida– decida por personas cercanas a él y así evitar que apuntale su eventual nominación como candidato a la Presidencia.

El presidente ha repetido hasta el cansancio que la mejor política exterior es la interior, y con el traspié en Panamá, por desgracia, está corroborando que la política exterior es muy parecida a la interior: un verdadero desastre.

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