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Landau, el genio

La capacidad de Landau para ver el núcleo de un problema y su intuición física única aparecen claramente en sus investigaciones sobre el helio líquido que comenzó después de haber sido adscrito en 1937 al Instituto de Problemas Físicos de Moscú

Ivar Waller, ‘Physics 1942-1962. Including Presentation Speeches and Laureates’ Biographies’, Elsiever, Amsterdam, 2014, p. 607

 

Uno de los últimos físicos que hizo contribuciones importantes en todas –sí, todas– las disciplinas de las ciencias físicas de su tiempo fue Lev Davídovich Landau, nacido el 22 de enero de 1908 en Bakú, entonces parte del Imperio ruso (ahora capital de Azerbaiyán) y de quien nos refiere la ficha biográfica publicada por la Fundación Nobel: “Después de graduarse en el Departamento de Física de la Universidad de Leningrado a la edad de 19 años, comenzó su carrera científica en el Instituto Físico-Técnico de Leningrado. Los años 1929-1931 los pasó en el extranjero, en parte como becario de la Fundación Rockefeller, trabajando en Alemania, Suiza, Inglaterra y, especialmente, en Copenhague con Niels Bohr” (https://www.nobelprize.org/).

Nacido en el seno de una familia judía, su padre fue ingeniero y su madre médica, quienes al considerarlo demasiado joven para ingresar a los estudios universitarios con apenas 13 años de edad cuando terminó sus estudios en el Gymnasium (equivalente a la preparatoria) le hacen seguir un año de estudios en la Escuela Técnica de Economía de su ciudad natal; a los 14 años ingresa ahí mismo a la universidad siguiendo de manera simultánea los cursos de los departamentos de Química y Física y Matemáticas.

Para 1924 continúa su formación en la Universidad Estatal de San Petersburgo (luego Leningrado) y los estudios de posgrado en el Instituto Físico-Técnico de la Academia Rusa de Ciencias, logra el doctorado en Ciencias Físico-Matemáticas en 1934. Gracias a una beca de la Fundación Rockefeller durante el período de 1929 a 1931 realiza estancias de estudio en Gotinga, Leipzig y Copenhague, en esta última ciudad trabaja bajo la supervisión de Niels Bohr, quien además de proponer un modelo atómico que aún enseñamos por sus alcances para explicar un buen número de fenómenos, recibió el premio Nobel de Física en 1922.

Cuarenta años después, en 1962 el discípulo también lo recibiría por “sus teorías pioneras sobre la materia condensada, especialmente el helio líquido”, que a temperaturas extremadamente bajas adquiere el estado de superfluidez (sus moléculas no presentan fricción interna) por la cual puede abandonar trepando las paredes el recipiente que lo contenga.

Sobre las fricciones que tuvo con el estado soviético ya se ha escrito en esta columna (ver El Diario NTR, El Pegaso de Sigüenza, 13 de mayo de 2018); también fue de los científicos involucrados en el programa nuclear soviético, le correspondió calcular la dinámica de la primera bomba termonuclear. Fue reconocido con el Premio Stalin en 1949 y 1953 y el de Héroe del Trabajo Socialista en 1954.

X: @durrutydealba

jl/I