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La política y la científica

Alguna vez salí a caminar al campo y le pregunté a alguien que vivía en la zona cómo llegar a un lugar que quería visitar. Esa persona me indicó cuál era la ruta y me advirtió que, si no me salía del camino, llegaría en una hora a ese lugar, agregando que, si en ese tiempo no había llegado, mejor revisara por dónde iba, porque lo más seguro es que me había ido por otro lado.

Su orientación me permitió llegar, pero su advertencia me hizo preguntarme cuántas personas se habrían salido del camino, queriendo o sin querer, y no habían llegado, pese a que el camino solo llevaba a ese lugar.

Pues el método científico es como ese camino. Quien lo sigue, forzosamente llegará al mismo conocimiento que cualquier otra persona que lo aplique. Precisamente el método es lo que distingue a la ciencia, y hace que sea tan valioso el conocimiento que genera, porque se puede verificar que quien lo genera no se haya salido del camino.

Por otra parte, el método científico no es neutral, porque está hecho para encontrar la verdad, y en ese sentido, también sirve para demostrar que alguna afirmación es falsa. En ese sentido, el método es imparcial, porque le da la razón a quien la tiene, sin importar quién sea. El conocimiento científico no es para tener contenta a ninguna persona, sino para llegar a la verdad, aunque duela.

Por cierto, a una persona dedicada a la acumulación del poder, y que quiera ejercerlo sin límites, una científica le resulta incómoda, porque le dirá lo que considere pertinente, de acuerdo con su saber y responsabilidad, en los asuntos que investiga. Y eso irá en contra de la tendencia de cualquier persona con poder, que siempre tratará de imponer su verdad, aunque contradiga al saber científico.

Al respecto, es interesante lo que se plantea en la película Oppenheimer, en la que se da cuenta de la persecución que sufrió el científico creador de la bomba atómica debido a que se atrevió a recomendar que no se construyeran más bombas, lo que iba en contra de los intereses de la industria militar, y de políticos que querían seguir acumulando poder. La película, basada en hechos reales, nos muestra que lo que pasó fue una advertencia para que ningún otro científico se atreviera a decirle públicamente a un personaje poderoso su opinión basada en su saber.

Las consecuencias de que los científicos no formen parte de las discusiones públicas las padecemos, por ejemplo, con el calentamiento global, solo por citar un caso, que se retoma metafóricamente en otra película, No miren arriba.

Todo lo anterior me lleva a reflexionar sobre el veto que trata de imponer el partido Morena al laboratorio Signa Lab, del ITESO, y a su fundadora, la doctora Rossana Reguillo, para que no participen en el filtrado de las preguntas que la población enviará por medio de redes sociales informáticas a quienes participarán en el primer debate de aspirantes a la Presidencia de la República en el presente periodo electoral.

Al parecer, porque los argumentos cambian cada día, la descalificación de Morena se basa en que la doctora Reguillo, haciendo uso de su libertad de expresión, ha criticado los resultados de las decisiones de quienes ejercen el poder, porque en el ámbito de la seguridad pública solo se ha obtenido más violencia y muerte.

Ante lo irracional de la descalificación solo queda preguntarse si ese veto es una advertencia para el resto de la comunidad científica del país. ¿No será que les quieren decir que ante el poder los métodos no importan, y que más les vale darle la razón al poderoso, aunque se equivoque, según los estándares del conocimiento científico?

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