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A erradicarlo
Y el sarampión avanza
Si alguien camina desde los Arcos de Guadalajara hasta donde termina la Plaza José Clemente Orozco, es decir, con dirección hacia La Minerva, habrá recorrido unos 150 metros. Podría parecer una distancia corta, apenas un par de cuadras medianas.
Pero si pensamos en esa misma distancia, en esos mismos pasos que acabamos de dar, hacia el centro de la Tierra y pensamos en que aproximadamente a esos 150 metros debajo de la superficie quedaron los cuerpos de más de 60 mineros en 2006, luego de lo que, dijeron, había sido una explosión de gas, la perspectiva cambia por completo.
Hace 18 años con cuatro meses un accidente dramático puso en vilo al país. Recuerdo los periódicos dando cuenta del dolor de decenas de personas cuyos esposos, padres, hijos o hermanos quedaron sepultados luego de una explosión (ahora sabemos que todo apunta a que no hubo tal) en una mina de Coahuila. Pasta de Conchos se volvió, de un momento a otro, en un lugar conocido, en un punto de esta geografía mexicana al que había que ponerle atención.
Era el último tramo del gobierno de Vicente Fox, ese sexenio que había marcado el fin de décadas de gobiernos priistas. Luego del accidente se supo que había observaciones importantes sobre negligencias y faltas de seguridad de la empresa minera. Poco después, ese mismo año, hubo una recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos acerca de que las autoridades federales habían tolerado esos incumplimientos.
En Pasta de Conchos no hubo rescate. Seis días después del accidente se dieron por finalizadas las maniobras y la mina dejó sus actividades.
Ante el desdén de las autoridades y la cerrazón de la minera, las familias de los trabajadores terminaron acudiendo a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que en 2018 les dio la razón y determinó que el Estado mexicano debía identificar las causas del accidente y la responsabilidad de los involucrados. Así, se convirtió en uno de los compromisos del entrante gobierno de López Obrador reparar y dar justicia a las víctimas de Pasta de Conchos.
Fue este miércoles, más de 18 años después del accidente y de cuatro años de labores en la unidad, que la Secretaría de Gobernación se reunió con familias de esos mineros para informarles y mostrarles que, a casi 150 metros de la superficie, pudieron identificarse las estructuras óseas de al menos 13 trabajadores. Cascos, botas, herramientas de trabajo, huesos intactos… Todo eso daría cuenta de que en realidad, al menos en ese punto, no se habría tratado de una explosión, sino de un derrumbe. El siguiente paso ahora es cavar para llegar a los cuerpos, sacarlos, identificarlos y determinar las causas de la muerte.
Las familias, por otro lado, reclaman justicia “por lo que sucedió ese día, que fue que los dejaron morir porque no quisieron nunca hacer el rescate”.
Probablemente al gobierno de López Obrador, quien se espera que visite Pasta de Conchos este viernes, ya no le dé tiempo de encontrar al faltante de los mineros, 50 de ellos, pero habrá cumplido una parte del compromiso que hizo hace cinco años con las familias, esas esposas, hijos, madres, hermanas que tuvieron que esperar 18 años para lograr alguna respuesta y encaminarse a su búsqueda desde febrero de 2006.
La verdad.
X: @perlavelasco
jl/I