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Drogas y pandemia 

La actual pandemia sacude todos los ámbitos de la existencia humana: los estragos en la salud de las personas y en la economía de las naciones son devastadores y las expectativas, proyecciones y consecuencias aún son especulativas, pero los efectos ya se experimentan en otras esferas de la vida social de las comunidades. Lo peor es que no sabemos cuándo terminará esta tragedia persistente. 

La reclusión obligada, aunada al aumento de la violencia intrafamiliar, la pérdida de empleos y el desasosiego por un futuro nebuloso y desprovisto de oportunidades puede orillar a las personas a refugiarse en el alcohol y las drogas, o recurrir a las oportunidades que promete la delincuencia dedicada al narcotráfico. Esto se agrava también ante la delicada situación del precario sistema de salud, resultado de los recortes presupuestarios por políticas de austeridad. 

La semana pasada, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito publicó el Informe Mundial sobre las Drogas 2020. En esta ocasión, el informe lo presenta en seis cuadernillos: el primero es un resumen del informe; el dos trata del uso de las drogas y su consecuencia en la salud; el tres, sobre el suministro de drogas; el cuatro aborda la complejidad del mercado de drogas y las nuevas tendencias de sustancias psicoactivas; el cinco analiza la asociación entre las características socioeconómicas y los trastornos por consumo de drogas; y el seis, las políticas públicas con relación a las drogas. 

El informe advierte que la pandemia del coronavirus ha propiciado la ausencia de drogas en las calles, por un lado, y su encarecimiento y la disminución de su pureza, por otro, con las ya de por sí consecuencias peligrosas por su consumo y abuso. El refuerzo del control del flujo de personas a lo largo de las fronteras ha obligado a los narcotraficantes a buscar nuevas rutas y métodos de distribución de drogas; por ejemplo, a través de darknet y servicios de mensajería, entre otros. 

La crisis financiera de 2008 reveló que los patrones de consumo y tráfico de estupefacientes se vieron sensiblemente modificados, por lo que el informe advierte de las posibilidades de que, si los gobiernos dejan de invertir en el combate al consumo de drogas y el tratamiento de su abuso, el problema podría salirse de las manos, agrandando el problema de salud pública, ya de por sí delicado. La escasez de drogas podría favorecer el uso de sustancias sintéticas más baratas, pero más dañinas. También se advierte que, ante la crisis económica propiciada por la epidemia, muchos agricultores podrían optar por algún cultivo ilícito o extender su plantío. 

El consumo de drogas ha aumentado considerablemente en los últimos 20 años: la cantidad estimada de usuarios de drogas en 2009 era de 210 millones de consumidores (4.8 por ciento de la población mundial de 15 a 64 años); para 2018 la cifra había aumentado a 269 millones (5.3 de esa población). El informe indica que la droga más consumida es la marihuana (cannabis): estima que son más de 192 millones de consumidores en el mundo; aunque las más dañinas siguen siendo los opiáceos, pues su consumo se incrementó en 71 por ciento (entre las mujeres creció con un 92, mientras que en los hombres fue de 63). 

Las desgarradoras imágenes de 24 jóvenes recluidos en un centro de rehabilitación por su adicción a las drogas, masacrados a sangre fría por un comando armado en Irapuato, justo cuando el presidente de la de la República informaba: “Hemos mantenido la gobernabilidad en el país, la paz y la tranquilidad”, desnuda la realidad del mundo de las drogas en México. 

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