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¡Ánimas no!
Mejor restar
La relación con los Estados Unidos constituye uno de los escenarios complejos de la diplomacia mexicana, porque hay un conjunto de profundos temas en la historia de los siglos 19 y 20 que han marcado de manera especial la percepción que ambos países se han construido, uno respecto del otro, en escenarios militares, comerciales, territoriales y, claro está, políticos.
La práctica ordenanza de Estados Unidos para que el presidente mexicano se presente en la Casa Blanca tiene pocas semanas de haberse establecido y, en el curso de los días, las manifestaciones, mayoritariamente en contra de la visita, han pesado en la opinión pública y el ánimo de México; sin embargo, el presidente, contento, proyecta la visita que tendrá lugar en esta semana.
Hace algunos meses Donald Trump dijo que tenía una especie de reflejo mexicano en el presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo señaló como un “buen hombre” y dijo que era un “Juan Trump”.
La visita de 2016, a la que torpemente fue invitado por la Presidencia de la República, deja aún reverberaciones políticas e históricas que, a la postre, el propio presidente Enrique Peña Nieto reconoció como uno de sus principales errores estratégicos de política internacional.
Hay que recordar que se trataba de un candidato con pocas expectativas de triunfo. De hecho, el triunfo lo logró en el Colegio Electoral y no en las urnas populares, por peculiaridades del sistema norteamericano. El republicano se encontraba en sustancial desventaja de la demócrata Hillary Clinton. México le turnó una invitación a Trump, en periodo electoral y uno de los candidatos en desventaja a Los Pinos, y se le recibió como jefe de Estado. Las habilidades del republicano en la escena internacional y en las apuestas duras, como si estuviera en Las Vegas, redituaron importantes repuntes en su campaña.
Una imagen presidencial en la residencia oficial de México en la que, ingenuamente, acordaron una rueda de prensa con una temática particular que no incluía un tema controvertido como lo era el eslogan de Trump, construir un muro y que México pagaría su construcción. En México y posteriormente en Arizona, el candidato usó la estrategia para denostar a su anfitrión que, para el voto duro del republicano, representó un acercamiento de simpatías y aquí y allá usó el tema.
Nuevamente, Trump es candidato, aunque ahora es presidente. Nuevamente, la desventaja popular respecto de los demócratas es bastante considerable y el ascenso del demócrata Joe Biden, que avanza sin muchas dificultades. El desempeño de Trump durante la pandemia que tenemos con persistente vigencia, resultó complejo, errático y con consecuencias que los electores le recriminan al mandatario. El tema de salud fue manejado con muchos errores y sin estructura, la economía sufriendo una crisis como pocas veces ha experimentado ese país y, con el complejo tema sanitario asociado, vislumbra una recuperación a mediano plazo, en medio de una controversia comercial de gran calado con China.
Los electores estadounidenses tienen objetivos menos difusos que hace cuatro años y, a reserva de lo que determine el Colegio Electoral, la tendencia se mueve directamente, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, hacia los demócratas.
El presidente norteamericano es un candidato y el periodo electoral está vigente en este momento. Los actos, diríamos que si no la totalidad, la mayoría, son este momento actos de campaña. Nuevamente nos relacionamos con un proceso electoral norteamericano y nos insertaremos como hace cuatro años en un acto de campaña republicano. Los demócratas tendrán mayoría en las cámaras que serán las instancias que le den vigilancia y dirección al TMEC. En este contexto, ¿por qué era inevitable la visita? Parafraseando a Gabriel García Márquez, se tratará de ¿la crónica de un error anunciado?
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jl/I