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Puerto Vallarta, ciudad de cine

¿Cuál sería el producto de unir una imaginación sociológica, una pasión por el cine y el amor por una ciudad? Estos elementos se fusionan en quien ha sido protagonista en diferentes ámbitos de la vida pública y académica local: Marco Antonio Cortés Guardado. De él habíamos conocido sus estudios sobre cuestiones electorales, cultura política y, por un tiempo, artículos de opinión en varios medios locales. Por eso puede sorprender a más de alguno que su más reciente obra aborde el tema del cine y su influencia en la configuración de un destino turístico: Puerto Vallarta de película. Cine, imaginario urbano y desarrollo local es el título del libro que presentó el viernes 3 de diciembre en la Sala Guillermo del Toro de la Cineteca FICG. 

En 2013 el autor fue nombrado como rector del Centro Universitario de la Costa de la Universidad de Guadalajara en Puerto Vallarta, que coincidió con el 50.º aniversario de la filmación de La noche de la iguana (1963), ocasión propicia para realizar una celebración y homenaje con la proyección de varias películas del director de la película, mesas redondas y la creación de la Cátedra Huston de Cine y Literatura, en colaboración con la University College Cork de Irlanda del Sur, a donde Huston se fue a vivir al renunciar a la ciudadanía estadounidense después del magnicidio de John F. Kennedy. 

En filme fue protagonizado por Richard Burton, Ava Gardner, Deborah Kerr y Sue Lyon, y está basada en una obra del dramaturgo Tennesee Williams. En un inicio, se pensaba filmar la película en Acapulco, pero el empresario Guillermo Wulff (“un cautivador hombre”, Huston dixit) lo persuadió de elegir Mismaloya como locación de la filmación. En el capítulo IV, el autor narra con lujo de detalle los prolegómenos de la idea de llevar al celuloide la obra de Williams, así como las vicisitudes que implicó el desarrollo de la filmación en una locación complicada, llena de anécdotas, accidentes y difíciles caracteres de los protagonistas (que más bien parecían antagonistas). 

Consciente de lo anterior, aunado al entorno agreste, el calor, la humedad, además del consumo de alcohol, Huston llegó a regalarle a cada uno de ellos un revólver con balas diciéndoles: “Dentro hay unas balas doradas en las que están escritos los nombres de los demás”, y agregó: “Si las necesitan durante el rodaje, úsenlas y así me evitan a mí problemas”. 

Para Cortés Guardado, la película fue “la columna vertebral en la emergencia de un imaginario urbano singular en Puerto Vallarta…, cuya filmación resignificó muchos de los principales elementos culturales y escénicos del poblado” y que aventura como hipótesis central de su argumentación. Razona que el filme “convirtió esta vocación (turística) en un destino excepcional en varios sentidos” –entre ellos– para nominar a Puerto Vallarta como ciudad de película (“no es una exageración ni un adjetivo gratuito”) como “la mejor manera de describir el grado en que el cinematógrafo contribuyó a modelar una fisonomía (y) le dio forma discursiva al espacio geográfico”. En efecto, en la ciudad se han filmado 50 películas en total, de ellas 34 son extranjeras. 

En fin, fiel al estilo de sus últimos textos, Marco Antonio no incluye un apartado final con conclusiones, me imagino para que el lector haga su propio ejercicio. No obstante, termina con un atisbo de epílogo: “Cuando se habla de un imaginario cinemático como eje estratégico en el desarrollo de la ciudad, no significa promover un reduccionismo económico de ninguna clase, como tampoco negar la existencia de otros imaginarios”. 

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jl/I