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La construcción de la opinión en procesos electorales

El ritmo de cierre en los procesos electorales de Coahuila y el Estado de México, al margen de los elementos que evidenciaron respecto al peso de los partidos políticos en contienda, también ha servido para tener una idea de la forma en la que se estructuraron los ejercicios de manejos de opinión, fundamentalmente, a través del artificio sistemático de una forma que tuvo sus principales momentos de articulación al final de la década del 90; es decir, por medio de las encuestas y sondeos de opinión.

La forma de medición de los intereses de los ciudadanos respecto de los procesos electorales ha constituido un fenómeno que en otras décadas no tenía la relevancia con la que se desarrollan los muestreos que buscan acercarse de manera importante a un perfil que exponga el pulso ciudadano en relación con el interés que proyectan. Con esto, conocer si el efecto López Obrador es un elemento que se integra por difusión, casi natural, a los candidatos de los partidos en disputa ha tenido los más interesantes y contrastantes modelos que plantean, de acuerdo con mediciones cuantitativas, interpretaciones del ánimo del votante.

Varios aspectos se han puesto sobre la mesa de análisis. Por una parte, el diseño que plantea el modelo de maquinaria imparable del partido en el poder. Sobre este asunto se definen dos bosquejos, por un lado, precisamente el hecho de que se trata del partido en el poder y, por otro, del efecto del innegable, profundo y amplio carisma del líder del partido que, paradójicamente, resulta ser el titular del Ejecutivo y que desde esa posición ha desarrollado una campaña sin descanso desde 2018.

En esta forma de presentar los indicadores de simpatía pesa mucho la marca del partido y del líder y, en segundo término, se han puesto sobre la mesa la competencia y trabajo efectivo que los partidos, en su dimensión local, han logrado enfatizar de los candidatos que están en competencia. La marca de los partidos constituye un elemento que no queda del todo claro en la perspectiva de un votante no especializado en la interpretación de los datos y lo que estos significan.

En la medida en que se trata de procesos electorales estatales, las variables se modifican de forma sustancial, respecto del mismo escenario, pero en la dimensión federal. De esta forma, aún con el efecto de arrastre que tiene el presidente, del país y del partido, el esquema en los dos estados en contienda, presenta profundas diferencias que no tienen rápidamente una forma de comprenderlas para el no especialista. La enorme división que se generó en el caso de Coahuila con la profunda división de los militantes de Morena dejó el paso abierto para una coalición muy débil de partidos de oposición que, sin embargo, ha logrado tener una ventaja que se debe a los mecanismos propios de participación de los partidos en ese espacio particular, en la que las marcas tradicionales tienen un arraigo diferente que las dimensiones federales.

Los resultados de las encuestas tienen los sesgos de los organismos que las contratan, de forma que en materia de sondeos y encuestas se ha desarrollado en los últimos procesos electorales un fenómeno que antes tenía lugar en el campo de los pasquines y publicaciones que aparecen durante las elecciones. De esa forma, la abundancia de información que privilegia a uno de los contendientes tiene que ver con la forma de operar de los equipos electorales y que permite establecer, cierta o facciosamente, una forma de ver el proceso.

Los procesos, profundamente parecidos en el procedimiento metodológico, pero abismalmente diferentes en los contenidos de lo que se informa en Coahuila y el Estado de México, dan una pista del mediático universo complejo de medios tradicionales y plataformas electrónicas que se avecinan, una vez terminadas las elecciones estatales para la elección de 2024.

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