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Cuando eres espectador de la violencia

¿Qué hacer cuando te conviertes en un espectador, casi en primera fila, de una de esas historias de violencia de las que todos los días suceden en México? Ponerte a salvo es en lo único que piensas.

Este domingo, como miles de personas, me quedé en los límites entre Jalisco y Michoacán, entre versiones de enfrentamientos, narcobloqueos y nada de información.

Todo comenzó con mi regreso a la ciudad, después de visitar un municipio de Michoacán. Tomé el libramiento que permite entroncar con la autopista Morelia-Guadalajara, a la altura de San Francisco de Rivas. Para hacer esa conexión es necesario pasar un puente y luego dar una vuelta en “U”. Sobre el puente había una veintena de soldados. Por ser el único paso, desde unos 100 metros antes comenzó a formarse la fila de autos. Como ante cualquier atorón vial, algunas personas hasta bajaron de sus autos para estirar las piernas.

Los soldados subieron y bajaron de sus vehículos en tres ocasiones y en la última se apostaron a los dos lados del puente apuntando con armas largas hacia la autopista. El instinto llamaba a moverse del lugar.

“Debe existir otra forma de conectar con la autopista”, fue mi reflexión y llamé a amigos michoacanos. Me dijeron que por La Barca. Utilicé una aplicación que me dio una opción. La tomé, pero unos metros adelante una pareja al lado de una motocicleta nos detuvo para avisar que no podíamos pasar porque había un enfrentamiento. Nos ayudaron a regresar unos metros en sentido contrario, hacia la carretera libre.

A los lados de la vía libre, decenas de jóvenes vigilaban junto a motocicletas o camionetas pick up. El ambiente era complejo, así que decidí regresar al sitio de donde había salido.

Al llegar al puente sobre el río Lerma, donde se cruzan el libramiento hacia Sahuayo, Jiquilpan y Zamora con otras vías hacia varios poblados, un tráiler maniobraba en una curva e impedía el paso. En uno de sus movimientos pudimos pasar, para encontrar una fila de unos 20 vehículos, pues más adelante dos tráileres tapaban el paso. En ese momento lo entendí, estaba instalándose lo que conocemos como “narcobloqueo”. El tráiler detrás de mí volvió a echarse en reversa, aproveché para darme vuelta en “U” y, en sentido contrario, volver a conectar con la carretera libre a La Barca.

Crucé los municipios de La Barca, Jamay y Ocotlán y vi cómo los vehículos se dirigían en el otro sentido hacia el punto de conflicto, sin que ninguna autoridad alertara. Más tarde se emitieron comunicados por parte de los ayuntamientos de La Barca y Ocotlán.

En Ocotlán, en el entronque con la autopista, nuevamente la larga fila de vehículos. Al llegar a la caseta pregunté a la empleada si se podía pasar a Guadalajara, respondió que sí. ¿A Morelia?, respondió que no. Pregunté por qué, pero solo me miró, dejando en claro que no habría respuestas.

La caseta en el sentido a Morelia estaba cerrada y la fila de vehículos medía ya varios kilómetros. Hubo quien tardó hasta 15 horas en llegar a su destino. Horas más tarde conocimos el saldo: seis soldados muertos en una emboscada.

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jl/I