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125 años de la radioactividad

El primer descubrimiento de la propiedad que ahora llamamos radiactividad fue realizado en el año 1896 por M. Henri Bequerel en París y, como muchos otros grandes descubrimientos, el experimento en sí se debió en algo a la suerte, al azar o al accidente 

Frederick Soddy, ‘The Interpretation of Radium and the Structure of the Atom’, Dover Publications, Mineola NY (2004), p. 6 

 

El libro del cual extraje el epígrafe es la edición moderna en la emblemática serie Phoenix Editions de la editorial Dover de una obra originalmente publicada en su cuarta edición en 1920 (la primera fue en 1909) cuyo autor es quien en 1921 recibió el Premio Nobel de Química, Frederick Soddy (1877-1956), en dieciséis capítulos enriquecidos con fotografías e ilustraciones da cuenta del entonces nuevo conocimientos logrado sobre los fenómenos radioactivos y la estructura del átomo, justo en el primero aborda el descubrimiento de la radioactividad, que no duda en llamarla “una nueva ciencia” cuyo cultivo en esos años era compartido por químicos y físicos. 

Como relata la física y doctora en historia Marjorie C. Malley (1941) en su libro Radioactivity. A History of a Mysterious Science (Oxford University Press 2011) Antoine-Henri Becquerel fue hijo y nieto de eminentes físicos franceses, y al momento de hacer sus experimentos se desempeñaba como director del Museo de Ciencias Naturales de París, estaba estudiando los efectos del Sol en la luminiscencia inducida de ciertos minerales cuyas muestras provenían de la colección de su padre Edmond Becquerel. 

Utilizó placas fotográficas de vidrio cubiertas de grueso papel negro sobre las cuales depositaba los minerales luminiscentes y los exponía al Sol; luego, en el cuarto oscuro, retiraba el papel y procedía a revelar las placas, que mostraban los efectos de la luminiscencia inducida por el mineral de uranio expuesto al Sol. Al tratar de reproducir el experimento, densos nublados ocultaban la luz de nuestra estrella más cercana, por lo que guardó placas y mineral juntos en un cajón, y relata la doctora Malley: “Después de esperar inútilmente a que mejorara el tiempo, Becquerel reveló la placa, esperando encontrar sólo una leve impresión de su breve exposición a la luz del día. Para su asombro, ¡apareció una imagen muy intensa de la muestra!” (Op. Cit. p. 14), ello ocurrió entre el 26 y el 28 de febrero de 1896. 

Según consigna Soddy en su libro, experimentos posteriores permitieron establecer que la luz solar y la fosforescencia no tenían que ver con las imágenes en las placas, se trataba de una propiedad inherente al elemento uranio. 

En 1903 Becquerel recibió la mitad del Premio Nobel de Física “en reconocimiento a los extraordinarios servicios que ha prestado con su descubrimiento de la radiactividad espontánea” la otra mitad la fue para el matrimonio Curie “por sus investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de radiación descubiertos por el profesor Henri Becquerel”. 

Twitter: @durrutydealba

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