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Después de la visita viene la calma

Después de la compleja visita del presidente mexicano a la Casa Blanca, que en el escenario se perfiló como una cordial entrevista entre dos gobernantes vecinos reafirmando lazos de amistad, poco a poco los efectos positivos y de oportunidad comienzan a perfilarse en el horizonte. 

El tema con el que nuestro presidente fue llevado a su primera visita internacional fue la activación del tratado de libre comercio que sustituye al firmado en 1994. La base que fundamentaba la visita lo constituía, precisamente, la entrada en vigor del TMEC. Sobre este asunto, que aunque pesaba en el ambiente y del que no se quiso hacer un énfasis mayor que el de una especie de señalamiento anecdótico, es que el tratado es un acuerdo trilateral, con lo que el motivo de celebración resultaba incompleto con la ausencia del tercer país: Canadá. De forma que la reunión, con el mote del TMEC, en realidad se trató de una agenda bilateral. 

Toda la disposición de la visita estuvo perfilada y controlada por el Departamento de Estado norteamericano. Desde que el presidente mexicano bajó del avión, la seguridad, los protocolo y los procedimientos de visita estuvieron controlados por el gobierno norteamericano. La rápida e intensa visita estuvo milimétricamente al cuidado del vecino país. 

Los discursos fueron cuidadosamente organizados, sin duda, escrupulosamente convenidos entre los dos gobiernos y el margen de improvisación fue mínimo, prácticamente nulo. Ninguno de los dos presidentes hizo honor a sus historias y se concentraron en fortalecer los lazos de negocios entre los dos países. Se hizo mención de los mexicanos migrantes o mexicoamericanos en Estados Unidos, más de 36 millones. Los adjetivos fueron un poco difusos para esa comunidad, considerados gente trabajadora y con perfiles de adecuado futuro. 

Ninguna mención, ninguna visita ni llamada telefónica para el otro componente del gobierno norteamericano, el Partido Demócrata, la gran ausencia simbólica en la visita. Poco a poco se perfilaba más un encuentro de solidaridad entre un candidato en contienda, el republicano Donald Trump, presidente en funciones, y la delegación mexicana. El sesgo de apoyo simbólico está marcado por un impulso a la candidatura del Donald Trump, 36 millones de adhesiones o por lo menos de balanza que no se mueva en su contra son elementos considerables en una campaña en la que por el momento se encuentra debajo de los demócratas. 

El arranque a partir del 1 de julio de este año del TMEC constituye un excelente momento para el mediano plazo. De manera casi imperceptible en los temas discursivos no apareció la perspectiva del Covid-19, y los planes y buenos deseos recíprocos parecían encontrarse en un excelente momento para la bonanza comercial. La importancia de la reactivación de la economía norteamericana es impulsada por el gobierno mexicano, señalando que será la palanca de crecimiento de una economía mexicana deteriorada y sin signos claros de estructura o de desarrollo. 

La apuesta es para el TMEC y de acuerdo con lo establecido en la reunión, esa es la estrategia de desarrollo de nuestro país. 

Un elemento adicional en el marco de la visita fue la no coincidente captura del ex gobernador César Duarte, con lo que el margen de despresurización sobre el tema de la lucha contra la corrupción se reorienta, no hacia la 4T sino hacia los actores del pasado neoliberal. De esta forma, tanto la solicitud de extradición y de ser juzgado en México por Emilio Lozoya y el inicio del proceso de extradición de César Duarte forman parte de la renovación discursiva. 

La importancia diplomática de la visita a Estados Unidos se podrá analizar a la luz de los resultados prácticos en economía, seguridad, migración y salud, así como del corolario electoral de noviembre en los Estados Unidos. 

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jl/I