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Elecciones del 4 de junio, el escenario para 2024

Un nuevo escenario de liderazgos electorales quedó de manifiesto con las elecciones del domingo 4 de junio. Las esquemas bipartidistas del PRI y el PAN pasaron a un incierto y nebuloso ámbito de oposición en el que sus líneas de acción se encuentran en una fase de profunda crisis de liderazgos que no han permitido, desde 2018, establecer proyectos políticos claros y esquemas de representación que cautiven a una ciudadanía que, precisamente en la presidencial de 2018, dejó manifiesta su inconformidad con los contenidos de las ofertas partidistas que, por cierto, refrendaron en los diferentes comicios que se llevaron a cabo en las últimas elecciones, las intermedias y las estatales.

El predominio del Movimiento Regeneración Nacional no tiene la menor duda. El impacto que ha generado, desde el punto de vista de liderazgo político, tiene un importante pivote en la figura personal del presidente Andrés Manuel López Obrador que ha provocado un efecto de remolque sin grandes obstáculos. Esta circunstancia le ha dado una enorme consistencia al impacto de Morena en diferentes procesos electorales. No hay duda que el efecto AMLO constituye una poderosa espiral de simpatías que ha logrado proyectar un amplio trabajo de proselitismo electoral.

El efecto AMLO y las crisis de las oposiciones han generado un esquema en el que no hay grandes dificultades para comprender el sentido de inercia de los votos en las diferentes elecciones que se han realizado. La narrativa presidencial ha logrado impactar la percepción de los ciudadanos, en tanto que las plataformas políticas de los partidos de oposición se han disipado con el paso de este sexenio y sus escenarios de acción se construyen, no en agendas propias, sino en una forma permanente reactiva de la dirección presidencial, es decir, las agendas, todas, están determinadas por la línea que genera el presidente.

El caso de Coahuila resultó interesante porque, junto con Durango, resultan los únicos bastiones del priismo, otrora marca hegemónica del país. La lección de Coahuila es que no por las oposiciones, sino por las serias dificultades de disciplina en Morena, este se dividió hasta en tres las fuerzas que intentaron lograr una candidatura en ese estado. La división interna de Morena constituye, igualmente, un factor importante en el procesamiento interno del partido. No basta de manera exclusiva la simpatía por el presidente, la operación interna del partido, muestra también fisuras profundas.

El inobjetable triunfo en el Estado de México y la indudable derrota en Coahuila muestran dos flancos importantes de fortaleza y debilidad de ese partido que gravita en torno a la persona de Andrés Manuel López Obrador, líder del partido y, en este momento, presidente del país. El liderazgo del partido lo podrá seguir llevando consigo, la Presidencia no.

Por otra parte, en ninguno de los dos casos se puso en tela de juicio el papel de las instituciones profesionales de organización electoral, el Instituto Nacional Electoral y los organismos públicos electorales estatales. El funcionamiento del proceso se mantuvo con el profesionalismo y organización, ciudadana, que requiere el procesamiento electoral.

El gran reto en una situación en la que no habrá el tiempo suficiente es que se deberán estructurar las plataformas políticas de los partidos, la concentración y consolidación del partido en el poder y la estructuración de algo que quedó de manifiesto, las oposiciones no son opción yendo separadas, pero no necesariamente por el simple hecho de estar coalicionadas representan una alternativa. El tiempo de reflexionar ya pasó; seguirán las decisiones pragmáticas y quien cuente con mejores esquemas internos de impactar los intereses ciudadanos y de cohesión interna tendrá mejores oportunidades.

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