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Basura

La basura, eufemísticamente llamada residuos sólidos urbanos, es una de las tantas nocividades que se producen en cantidades industriales en las ciudades. Es el caso de la ciudad o Zona Metropolitana de Guadalajara, misma que hace algunos años el capital inmobiliario la tiene sometida a un proceso radical de reconfiguración y crecimiento sin límites que le está redituando grandes riquezas. A la conurbación tapatía, enfatizando en las variables económicas, oficialmente se le reconoce como una ciudad que se destaca por sus servicios turísticos, por sus industrias culturales y por el porcentaje con que contribuye al PIB. Lo que no se dice, por supuesto, es que dicha contribución, pero sobre todo el enriquecimiento de algunos pocos, se explica por la producción de nocividades, como las partículas que contaminan el aire, la basura y las aguas residuales, mismas que se desechan sin mayor tratamiento, de manera que se convierten en fuentes principales de contaminación. 

¿Por qué en la conurbación no nos hacemos responsables de las nocividades que producimos y simplemente las depositamos en lugares suficientemente alejados para no percibir sus malos olores, suponiendo que así evitamos las enfermedades que produce estar expuestos a ellas, sin preocuparnos por los daños que les provocan a otros? Sabemos que la basura sin separar y en grandes cantidades produce gases tóxicos y cantidades de lixiviados (jugos de la basura altamente contaminantes) suficientes para conformar arroyos permanentes que, al no ser contenidos y tratados, se infiltran en el subsuelo, contaminan los mantos freáticos, los suelos y cuerpos de aguas que encuentren a su paso. 

Se sabe que existe el conocimiento y las tecnologías para construir vertederos con criterios ecológicos que eviten o reduzcan significativamente este tipo de riesgos ambientales. ¿Por qué los tres vertederos (Los Laureles, Picachos y Hasar´s) de la conurbación tapatía no fueron construidos de esta manera? ¿Por qué se sigue negando su efecto nocivo en la salud de los habitantes y la biodiversidad de los pueblos de la barranca del río Santiago, desde El Salto hasta San Cristóbal de la Barranca? ¿Por qué ningún gobierno sustentable se ha atrevido a plantear una política sistemática que lleve a reducir significativamente el kilo diario que aproximadamente producimos por persona? 

Después de años de presiones y denuncias, sobre todo de los habitantes de las cabeceras municipales de El Salto y Juanacatlán, finalmente se ha anunciado el cierre del vertedero Los Laureles. Quisiéramos suponer que el plan de cierre y abandono incluirá lo que se deberá hacer con la gran montaña de residuos acumulados durante sus largos años de existencia y que seguirá produciendo lixiviados y gases.  

La importancia de la noticia, sin embargo, se matiza porque llega después de haber causado muchas enfermedades y muertes, mismas que siguen siendo negadas. Se relativiza también porque junto con el cierre de Los Laureles se anuncia que la basura que en él se depositan diariamente ahora se llevará al vertedero Picachos, en Zapopan. 

A propósito de tal posibilidad, debemos traer a cuenta la comunicación que de inmediato hicieron los pueblos de la barranca del río Santiago, en la que nos recuerda que llevan alrededor de una década demandando a las autoridades municipales el cierre de los vertederos Picachos y Hasar´s por los daños que les causan y por lo cual rechazan la posibilidad de que éstos se conviertan en los depositarios de toda la basura de la conurbación. 

De suceder así, ¿entonces dónde está la solución al problema de la basura?