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El cambio en la forma del proselitismo electoral

Nos encontramos a siete semanas de la elección del 2 de junio, un poco más de la mitad desde el momento en que iniciaron, formalmente, las campañas. El procesamiento que lleva casi un año, desde junio del año pasado, ha tenido diferentes elementos que dan la impresión de que las estrategias y dinámicas tradicionales electorales se modificaron.

Los cambios han transformado mucho la forma en la que se encauza el proselitismo electoral y, ciertamente, el cambio tomó desprevenida a la gran mayoría de actores políticos, tanto de las candidaturas del oficialismo como a las de una muy desarticulada oposición. Tuvieron que interpretar las nuevas formas, porque las reglas no han cambiado, sin embargo, todos los mecanismos de organización sufrieron transformaciones.

Las estrategias tradicionales de proselitismo político han cambiado sin estructura ni orden. Al margen de la participación de actores que en otros procesos tenían limitaciones de intervención, el país ha tenido importantes cambios en la conformación sociocultural y económica que implican, definitivamente, nuevas estrategias de convencimiento.

Los cortes generacionales de una población que se ha incrementado, numérica y cualitativamente, implican tácticas no abordadas en otros procesos electorales. Por ejemplo, la clasificación de los diferentes estadios de edad, entre la clasificación de jóvenes, muestra cambios importantes, pero además la intervención a partir de maniobras diferenciadas de usos de las plataformas tecnológicas buscando concretizar el voto de esos segmentos poblacionales sobre las ofertas que están en juego.

Las transformaciones se manifiestan también entre los participantes, como en el caso de Jalisco, en el que se contabilizan ya dos debates. Tres candidaturas, coincidentes con el modelo nacional, pero con matices importantes que marcan una ruta diferente en su procesamiento. Una de las evidencias que se destaca del segundo debate estatal fue la intervención más profunda e intensa de los equipos de imagen de los candidatos. Ciertamente, se destacaron aprendizajes del anterior debate, así como del primer presidencial. La ruta de participación subraya un acento especial en los ataques, fundamentalmente de opacidad y corrupción, de dos de las candidaturas que tienen el mayor peso.

En los hechos, la ruta temática la establecen los candidatos y no el organismo electoral. Definitivamente, la idea de encontrar una mejor definición de la forma de claridad sobre las plataformas no se abordará en ninguna de las sesiones restantes dadas las condiciones políticas de cada uno de los espacios de la administración pública. Es difícil plantear cómo se pueden coordinar la administración federal, estatal y municipal, administrada por diferentes partidos. Con ello, las ideas de planeación intermunicipal, con fondos estatales y federales, no están dentro del horizonte de las explicaciones de los candidatos. Con ello tenemos un repertorio de buenas intenciones y de una bolsa importante de acusaciones, sin una salida clara o respuesta clarificadora.

Lo importante de este proceso electoral será la comprensión de las condiciones por las cuales el proceso cambió y adaptar las transformaciones por modelos políticamente competentes.

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jl/I