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Hoy es día de las madres buscadoras

Los 10 de mayo son días cada vez más dolorosos en México. Deberían eliminarse de los calendarios como fecha destinada a festejar a todas las madres. Como nación no tenemos nada que celebrar. No está linda la mañana de hoy en que venimos a saludarte, ni venimos todos con gusto y placer a felicitarte, cuando son agredidas más de 110 mil mujeres que en el país buscan a sus hijas e hijos desaparecidos, buena parte por manos de grupos criminales con o sin placa; ni porque ya viene amaneciendo, ni porque la luz del día ya nos dio, resulta motivante para cantarle a miles de mamás en luto al vincular la palabra feminicidio con el asesinato de una de sus hijas; cuando los festivales organizados por cualquier autoridad carecen de sentido si las propias dependencias, en su conjunto, fracasan con su encomienda de localizar a los desaparecidos y a los culpables de los crímenes.

Un 10 de mayo es un martirio sin los hijos y las hijas vivos, resguardados, alegres, en casa. Sin los varones y sus hermanas sentados a la mesa con su madre, soñando mejores futuros familiares. El espíritu festivo está resquebrajándose cada vez más en México, cuando en los hogares el cuarto que habitaban, la ropa que usaban, el calzado que los cargaba, la cama en que dormían, sus perfumes y lociones favoritas, o sus libros, sus objetos personales están ahí, en espera de que regresen el hijo o la hija. Su presencia no se va de los sitios en que moraban, trabajaban, estudiaban, jugaban, reían, lloraban, comían. No se han ido de las casas, aunque los hayan arrebatado con violencia, aunque se desconozca su paradero, aunque estén enterrados en un panteón o malamente en una fosa clandestina, cuando todo lo que vieron, escucharon, olieron, tocaron o gustaron es un recuerdo hogareño atado al sufrimiento.

México padece la inconsciente y cruel paradoja social de pretender que hoy sea un día de festejo a las madres, mientras diario aumenta el número de las que no tienen nada que celebrar. Nada. La publicidad comercial que abruma no puede cubrir, aminorar o desterrar el dolor de quienes no saben nada de sus vástagos. Porque o los desaparecieron y se ignora si están con vida, o se sabe que los asesinaron porque sus progenitoras identificaron el cuerpo o los cuerpos tendidos. Su ausencia lastima el cuerpo, azota la mente, carcome el espíritu. Unas los buscan y demandan justicia, con el riesgo de ser asesinadas; otras optan por no hacer nada ante los riesgos de morir también, torturadas, secuestradas, acribilladas por quienes en México se convirtieron en autoridad alterna ilegal en pueblos y ciudades. A los más de 110 mil desaparecidos hay que aumentarles los miles localizados sin vida o los miles no desaparecidos, pero sí asesinados. Cualquier discurso político sobre supuestos avances en la seguridad pública se desmorona con la realidad necia, palpable y ruda de las desapariciones y los feminicidios.

Hoy se realizará la decimosegunda Marcha de la Dignidad Nacional. Madres buscando a sus hijos e hijas. ¡Verdad y Justicia! Durante 12 años, dos sexenios, cuatro trienios, han salido a las calles a restregarles a las autoridades municipales, estatales y federales que no cumplen su labor, que tienen otras prioridades, que minimizan las demandas, que son cómplices, que no brindan seguridad a las madres buscadoras, que son ineficientes, que no regresan la paz a miles de hogares.

Tendremos que inventar el “madriarcado”, donde lo que simboliza ser madre sea resignificado, valorado y apoyado; cuando se es madre con hijos biológicos, adoptados o cobijados que protegen a costa aún de la propia vida. Porque la agresión a una madre es hacia todas las que han dado o dan vida. Porque los muertos, no mueren del todo. Como resume el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México: “Aunque quieran borrarte de mi mente, quedas en la memoria de mi vientre”.

Twitter: @SergioRenedDios

jl/I