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La chachalaca sediciosa

En noviembre de 2020, Donald Trump, entonces presidente de los Estados Unidos de América (EUA), acusó a Joe Biden de querer “robar la elección”, al mismo tiempo de que denunciaba la falta de legitimidad del sistema electoral y la parcialidad de las autoridades electorales. Trump veía con angustia que, conforme avanzaba el conteo de votos, la posibilidad de su victoria se veía cada vez más remota. Una salida desesperada fue emitir tal acusación de fraude… sin presentar pruebas. Cuando perdió la elección, incitó a sus seguidores para que se dirigieran a la capital y asaltaran el Congreso, un evento inusitado e inédito en la vida política de EUA.

En 2006 Andrés Manuel López Obrador (AMLO) perdió la elección presidencial frente a Felipe Calderón Hinojosa (FCH) con una diferencia de 0.56 por ciento: la distancia fue de 243 mil 934 votos. Este período se caracterizó por el “voto por voto; casilla por casilla”. Durante el recuento de votos, al abrir los paquetes electorales en disputa, la cantidad de boletas a favor de AMLO disminuyó ligeramente debido a correcciones en el recuento.

En la elección de 2012, la diferencia de votación entre Enrique Peña Nieto (EPN) y AMLO fue de 4.05 por ciento, lo que representó más de 3 millones de votos. En ambas ocasiones, AMLO acusó que se cometió fraude, señalando al Instituto Federal Electoral (INE, hoy) como responsable por haberlo orquestado. En 2018, cuando finalmente ganó al tercer intento, enfatizó el papel destacado que realizó el INE.

En esta ocasión, y ante la tendencia actual de la contienda electoral, ya se está preparando para una eventual derrota de su corcholata. Recordemos que, cuando fue candidato en 2006, parecía tener una posición sólida, pero los errores cometidos durante la campaña terminaron por perjudicarlo.

Al igual que Trump, la derrota no forma parte de su vocabulario: se niega a aceptar cualquier modificación mínima en sus iniciativas; le frustra que los ministros de la Suprema Corte invaliden leyes aprobadas en el Congreso por inconstitucionales; y se enfurece cuando ciudadanos o empresas se amparan contra políticas presidenciales, ya sea por daños ecológicos o por ser contrarias a la Constitución.

En 2006 hizo famosa la frase “cállate, chachalaca”, dirigida a Fox cuando este hablaba de la elección. Como consecuencia, la ley se modificó para evitar que el presidente interviniera en asuntos electorales. Sin embargo, como es posible constatar en las mañaneras, AMLO continúa hablando sobre la elección y promoviendo a su candidata, actuando como un verdadero jefe de campaña, además de atacar sistemáticamente a su contrincante, Xóchitl Gálvez. Lo irónico es que, en este proceso electoral, él mismo se ha convertido en la chachalaca, pero sediciosa.

Finalmente, le preocupa un eventual triunfo de Gálvez: ante esa posibilidad –al igual que Trump–, ya está anunciando un posible “golpe de Estado técnico” por parte de la oposición y los organismos electorales (INE, TEPJF). ¿Estará pensando en un golpe de Estado efectivo ante una posible derrota o descalificación por su injerencia en las elecciones? Es pregunta, conste.

X: @Ismaelortizbarb

jl/I