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Legitimidad, efectividad y gobierno democrático

En otras ocasiones he mencionado en este mismo espacio que en los últimos años se ha venido dando una desafección ciudadana hacia la democracia. Esto se puede verificar echando una revisada rápida a los resultados de su evaluación presentados por Latinobarómetro. Como resultado, varios gobiernos populistas, tanto de izquierda como de derecha, así como nacionalismos trasnochados, han surgido en la región: Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Nicaragua, México.

Esta situación no es inédita. La desilusión ciudadana de sus gobiernos democráticamente elegidos ya fue estudiada en aquel famoso estudio realizado en 1975 y publicado con el título de La crisis de la democracia. En ese momento surgió el término de gobernabilidad y su ausencia, o sea, ingobernabilidad, para hacer referencia a las incapacidades de los gobiernos para responder a las demandas de la población.

En estos momentos, dos condiciones han caracterizado los últimos gobiernos de la región: la ausencia de su legitimidad y efectividad, y ése es el reto a los que se enfrentan en la actualidad, a decir de don Luis Aguilar Villanueva, conceptos presentados en la cátedra inaugural del 23º Congreso Internacional del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD) sobre la reforma del Estado y la administración pública, celebrada en nuestra ciudad del 6 al 9 de noviembre.

Don Luis realizó un recorrido por las tres épocas transitadas por la administración pública de los últimos 30 años: la eficiencia/efectividad, la legitimidad/legalidad y la actual definida por la interdependencia. La primera se destacó por una política de ajuste, la cual dio origen a la nueva gestión pública y gobiernos inteligentes; la segunda, al gobierno abierto, y la tercera, por la gobernanza o nueva gobernanza pública. Todas ellas surgidas como respuesta de las demandas sensibles de la población ante la inseguridad, la pobreza, la corrupción; la impunidad, la falta de oportunidades de trabajo, educación y salud; en definitiva, ante la incapacidad directiva de los gobiernos.

El resultado de las transiciones de regímenes autoritarios a unos más democráticos, legitimados por ceñirse a reglas electorales aceptadas por todos (salvo algunos perdedores de los comicios), los nuevos gobiernos se vistieron de legitimidad, pero no de efectividad: “gobiernos impecablemente legales pero inefectivos”. El fracaso de algunos gobiernos democráticos en la actualidad se debe a fallas “institucionales, directivas, financieras y administrativas y regresiones hacia prácticas de los gobiernos autoritarios”, a decir de don Luis.

Pero claro que no se le debe echar la culpa sólo al gobierno, también la sociedad tiene su responsabilidad: el bajo desarrollo de ciudadanía y la transformación social “externos al gobierno y al mismo Estado”: globalización, capital financiero, nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y a un “individualismo autorreferencial con debilitamiento de identidades y vínculos sociales”, entre otros.

La propuesta de don Luis para dar respuesta a esta nueva configuración de la sociedad es la llamada nueva gobernanza pública, cuya principal característica es la interdependencia. La idea está en modificar las relaciones tradicionales entre gobierno y sociedad, dado que el gobierno no tiene “los recursos financieros, cognoscitivos, tecnológicos, políticos… para tener la capacidad de conducir y coordinar a la sociedad”.

El gobierno en esta nueva configuración debe ser la brújula que dé a la sociedad un nuevo rumbo, en eso estriba su importancia; para lo cual deberá incluir al mayor número de actores sociales. Para ello, deberá considerar al poder político, a la productividad e innovación del mercado y las agrupaciones sociales para “dar sentido y bienestar a nuestras vidas”.

En la toma de decisiones de políticas públicas y acciones de gobierno, dejar fuera de la discusión a grupos e individuos conocedores de los problemas, a expertos en la materia (oír, pero no escuchar) y sólo tomar decisiones políticas populistas augura que la llamada buena gobernanza no será el signo distintivo del nuevo gobierno. Como dice don Luis: “El gobierno de la sociedad es gobierno con la sociedad”. Con toda la sociedad, añadiría yo.

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JJ/I