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El asalto a la democracia

El pasado miércoles fuimos testigos de un hecho inusitado: las instalaciones del Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica fueron asaltadas por una turba de seguidores de Trump y azuzados por él mismo. El resultado: se suspendió de forma abrupta el recuento de los votos electorales (una mera formalidad) y la muerte de al menos cuatro personas. A mediados del pasado diciembre, Joe Biden fue designado como presidente electo por el Colegio Electoral. El siguiente paso debía darse el miércoles 5 de enero por el Congreso, donde las dos cámaras contarían y verificarían oficialmente los resultados definitivos, trámite que sólo pudo hacer hasta el jueves en la madrugada. 

Con este procedimiento, Donald Trump se convierte en el decimoprimer presidente de ese país que, después de cuatro años en el Poder Ejecutivo, compite en la contienda y no es reelecto para un siguiente término. Joe Biden ahora será el POTUS (President of the United States) número 46 y Trump se unirá a John Adams, John Quincy Adams, Martin Van Buren, Franklin Pierce, Benjamin Harrison, Grover Cleveland, William Howard Taft, Herbert Hoover, Jimmy Carter y George H.W. Bush. No obstante, solo la transición de John Adams estuvo plagada de desencuentros tan atropellados, que la Trump-Biden se queda corta. 

La contienda electoral de 1800 fue entre John Adams y Thomas Jefferson, quienes asumían dos visiones diferentes para el país: los primeros apostaban por un gobierno centralista fuerte, mientras que los segundos anhelaban una república agraria centrada en los valores del granjero. Durante su mandato, Adams cometió tres errores que resultaron fatales para su popularidad y su oportunidad de reelegirse. 

Primero, Adams y sus seguidores eran acusados de intentar deshacer los efectos políticos de su revolución y restaurar la monarquía; segundo, por haber promulgado las leyes de Sedición y de Migración; y tercero, la declaración de las legislaturas de Virginia y Kentucky de nulificar estas leyes, lo que afectó la popularidad de Adams: por no poder hacer cumplir las mismas leyes que él y su partido aprobaron, porque no fue enérgico contra Francia y porque usó su posición en el gobierno para atacar a sus enemigos políticos. 

Después de una contienda reñida, el número de votos electorales para ambos candidatos fue de 65, pero fue definida por Carolina de Sur a favor de Jefferson. Sin embargo, al igual que la elección Trump-Biden, después de una serie de resultados en disputa, la elección finalmente se decidió en la Cámara de Representantes. Dicha elección fue tan polémica que John Adams se negó a darle la mano al presidente entrante Jefferson. 

Lo ocurrido el miércoles pasado en el Capitolio significó una dura prueba para la democracia norteamericana y demostró que las palabras en un gobernante tienen una fuerza portentosa, pues las consecuencias negativas pueden ser funestas. Las opiniones de un presidente llevan toda la fuerza del Estado y no deben ser usadas para limitar las opiniones de quienes se le oponen, aduciendo derecho a la réplica: hacerlo significa un abuso de su poder. Las instituciones democráticas deben estar más allá de disputas ideológicas y partidistas. 

Por otro lado, no se debe usar una posición de poder para incitar a la violencia, atacar las instituciones, esparcir mentiras disfrazadas de verdades o información parcial y difícil de comprobar. La decisión de Twitter y Facebook de suspender las cuentas de Trump no fue un acto de censura, sino una acción contra la difusión de falsedades y el uso discursivo para polarizar desde el poder. 

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