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De pecados y elefantes blancos

El pasado martes 21 de marzo se cumplió un año en que fuera inaugurado el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA); por desgracia, no ha respondido a las expectativas del gobierno federal, las aerolíneas o los usuarios. El AIFA se construyó en lugar del de Texcoco por supuestos actos de corrupción (algo que hasta hoy no se ha comprobado); sin embargo, salió más caro el caldo que las albóndigas: el AIFA está subutilizado y con pérdidas.

Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) hizo una revelación desconcertante: que tres ex colaboradores, Javier Jiménez Espriú, ex titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; Alfonso Romo, ex jefe de la Oficina de la Presidencia de la República; y Carlos Urzúa, ex secretario de Hacienda y Crédito Público, le habían aconsejado que se continuara con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco.

Siendo aún presidente electo, AMLO resolvió desoír las recomendaciones y —para legitimar la decisión que ya había tomado— convocó a una consulta popular no vinculante donde participó menos del 0.87% de la población. De haberse realizado con una metodología certera y no sesgada, los resultados habrían sido igual que las encuestas (María de las Heras, Consulta Mitofsky) donde la mayoría de los encuestados preferían que se continuara con el NAIM. Sin embargo, se pudo probar que la consulta se realizó de forma sesgada y poco representativa (https://onx.la/803e3).

Independiente de la consulta, el perjuicio al erario por la cancelación del NAIM no solo costó más de 332 mil millones de pesos —a decir de la Auditoría Superior de la Federación (ASF)— sino que, de acuerdo con una investigación realizada por un joven tapatío, Guillermo Woo Mora, “Las consecuencias del pecado original: Costos económicos y distributivos de la cancelación del aeropuerto de Texcoco” (galardonado con el premio MEY 2022), se causaron efectos “adversos y considerables a corto y medio plazo sobre los resultados económicos” pues “estancó la economía mexicana” y el costo del PIB fue 8.3 veces mayor.

Ahora bien, suponiendo que la construcción del AIFA fue de 450 mil millones de pesos (cuando inicialmente estaba considerado que costara 75 mil millones de pesos) y si le sumamos la cancelación del NAIM suman un total de 782 mil millones de pesos… una bicoca, lo que sobra es dinero. Todo está bien si la terminal aérea resolviera el problema para el que se construyó: el costo de mantenimiento del AIFA es de un millón 757 mil pesos diarios, que se obtiene no de ingresos propios, sino con subsidios y transferencias de la Federación por mil 282 millones de pesos, mientras que los ingresos apenas alcanzaron los 139 millones de pesos. Para este año fiscal, el AIFA contará con más de 836 millones de pesos.

Por otro lado, el AIFA no tiene posibilidades de hacer conexiones; esto es, si se viaja a Ciudad de México como destino está bien; pero de ahí no puede salir a otro internacional porque la Administración Federal de Aviación (FAA) degradó a México a la Categoría 2, no podrán abrir nuevas rutas a Estados Unidos ni aumentar en número de las ya existentes.

De acuerdo con la empresa Skytrax (https://onx.la/e56b3), “El mejor aeropuerto del mundo” (AMLO dixit) no está ni entre los 100 mejores del mundo, y dista mucho que en los próximos años sea considerado (pero eso sí, ya tiene su himno). En fin, no podemos estar más de acuerdo con la conclusión de Wood: “las políticas populistas que abusan del poder público pueden tener efectos económicos y distributivos generalizados”: el AIFA es un claro ejemplo.

Twitter: @ismaelortizbarb

jl/I