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Un México violento
Porque nos la quitaron
Los resultados de las últimas encuestas de varias casas encuestadoras publicadas en los principales diarios de circulación nacional con relación a la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) son contundentes: una caída de 19 puntos es alarmante para su gobierno, pero entendible por muchas razones. El ejercicio del poder desgasta a quien lo ostente, ya sea por algunos desaguisados cometidos por el titular del Ejecutivo o por tropezones de su equipo de gobierno, en especial cuando los errores y las pifias son producto de la incapacidad para resolver los principales problemas que más aquejan a la población.
Es normal que estos yerros en el ejercicio del poder sean aprovechados por los opositores políticos reales o por quienes, sin ser oposición, se vean afectados por la imposición de algunas políticas públicas impopulares, por la ausencia o lentitud en su implementación o por el incumplimiento de promesas de campaña. Con relación a la oposición habrá que decir que, por la evidente contribución histórica a su reciente derrota electoral, está sumida en una desorganización aguda y su papel como tal es desastrosa y nada protagónica.
En lo que va del sexenio es posible enumerar una serie yerros, absurdos, desatinos, extravagancias y disparates, tanto del mismo AMLO como algunos miembros del gabinete o de Morena. Una acción de gobierno en términos de comunicación es algo que –presumen– no la hace ningún gobierno del mundo, son las mal llamadas mañaneras. Sin embargo, la sobreexposición en los medios de comunicación, producto de las conferencias matutinas, está causando sus primeros deterioros (tal vez por eso no lo hacen en otros países).
Repetir hasta el cansancio que la culpa de todos los males son los otros (los conservadores, los fifís, el neoliberalismo, el prianismo, los ex presidentes) ha resultado en un discurso cansino, repetitivo y predecible. Aderezadas con una perorata lenta y somnolienta, las mañaneras son ejercicios de soliloquios, lecciones de historia, repartición de culpas, justificaciones insustanciales y verdaderos monumentos al culto a la personalidad y a la vanidad.
Las intenciones de las conferencias matinales son claras: conservar su presencia y popularidad ante el electorado, marcar la agenda del día o la semana, o desviar la atención de problemas que le son espinosos a la 4T. No permite, bajo ninguna circunstancia, que alguna persona o evento eclipse su protagonismo. Cuando eso ocurre, se le ve nervioso, irritado, alterado… o tiene otros datos. La actitud de AMLO asumida ante el movimiento #UnDíaSinNosotras fue de insensibilidad e indiferencia ante el preocupante aumento de la violencia contra las mujeres: “No quiero que los feminicidios opaquen la rifa (del avión)”.
Es entendible que no vaya a cambiar su proceder con respecto a las conferencias, dado que solo en muy contadas ocasiones escucha a sus asesores o rectifica sus decisiones (de hecho, ya había amenazado hacerlas también los sábados y domingos). Además, se puede constatar que varios de los supuestos periodistas están sembrados para hacer preguntas a modo y hacer lo posibles para sacarlo de algún embrollo cuando algunos comunicadores asistentes “se pasen de listos”.
Nadie se traga la justificación de que no recordaba que el próximo lunes tendría lugar tan importante movimiento nacional para programar el inicio de la venta de la rifa de marras. Claro, reculó cuando se dio cuenta del daño autoinfligido que se produjo. Esta acción patentiza una aseveración: “El peor enemigo de AMLO es el propio AMLO”.
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jl/I