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Mecanismos de defensa y elecciones

Sigmund Freud llamó mecanismos de defensa a aquellos procesos psicológicos de carácter inconsciente que el sujeto emplea para defenderse de la angustia suscitada por representaciones insoportables para el yo (hacerlo consciente). Así es como las personas infinidad de veces utilizamos diversos mecanismos para evitar y excluir de la conciencia las ideas o sentimientos no placenteros como aceptar que fuimos irresponsables, ineficaces, negligentes, corruptos, mentirosos o agresivos.

En innumerables ocasiones para no aceptar ello y responsabilizarnos, utilizamos mecanismos como la negación, que implica negar que algo sucedió porque si lo reconociéramos sería muy doloroso para nosotros hacer consciencia que tenemos o tuvimos una pérdida o que fuimos irresponsables, pero también existen otros que utilizamos cotidianamente: la represión, la proyección, la sublimación, etc.

Ante ellos, comúnmente se intenta dar una formulación discursiva a las omisiones, ineficacia, irresponsabilidades, para presentar la situación como justificable, aunque la realidad contradictoria ahí sigue.

En la vida diaria las y los ciudadanos utilizamos estos mecanismos cuando llegamos tarde, cuando colaboramos en la corrupción con un servidor público, cuando irresponsablemente tiramos basura o el agua potable, cuando agredimos a otra persona, cuando nos pasamos un alto, cuando copiamos en un examen, etc.

Pero las personas que se llevan el antipremio son las y los funcionarios públicos cuando para no aceptar su irresponsabilidad, su ineficacia, su negligencia, su incapacidad, niegan o minimizan los problemas, culpan de los problemas a sus antecesores y a sus críticos (prensa, intelectuales o activistas ciudadanos) porque presentan una realidad de los problemas o necesidades que no corresponde a “su realidad”.

Y es que no solo atenta contra su autoimagen, sino que corren el peligro de perder el consenso del electorado para darle continuidad a sus proyectos políticos, a sus intereses económicos, a no perder sus privilegios, etc.

Lo cierto es que la realidad ahí sigue, el pueblo la padece, por ejemplo: la pobreza, la inseguridad, la baja calidad de los servicios integrales de salud, la baja calidad de los servicios educativos, la corrupción, entre otras realidades.

Sería más justo, inteligente y útil para todas y todos que asumiéramos nuestra responsabilidad, que rescatemos la crítica y la autocrítica, porque de esa forma tendríamos una representación de la realidad más integral, objetiva, justa y estratégica para transformarla. Conociendo a nuestra clase política y las trayectorias de los partidos políticos, en los próximos procesos electorales deberemos ser muy analíticos para evaluar a las y los candidatos y no lamentarnos después.

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jl/I